Vuelvo a verla de nuevo, y como cada día volveré a compartir con ella la misma jornada, con sus rutinas y seguramente parecidas pláticas y pensamientos. Las risas y las alegrías y si todo va bien, ningún malestar. Quizás, con algún factor sorpresa.
Conozco de ella hasta sus más íntimos secretos, como si dentro de mí se hubiese gestado su personalidad. Moldeada a los caprichos del tiempo en el que nacimos.
Hoy me pregunto si la sigo queriendo por eso o, la dejé olvidada al darme cuenta de que era tan normal como yo. El amor que nos une tiene idéntica longitud, y tal vez, pueda estirarse hasta considerarnos por igual de especial.
¿A quién se le puede amar mejor que no sea ella? Ahí la tengo, enfrente de mí y sin pronunciar palabra, Sin tan siquiera un sonido nos hemos entendido mejor que siendo amigas.
Mirando con esos ojos serenos, abiertos y con un redondo mapa del mundo en el centro de cada uno. Tan sólo observan cómo me entretengo a estudiar los trazos del mapa que están mostrándome.
Me pierdo en su mirada almendrada y obtengo los planos de muchos caminos, ríos de información y mares de sabiduría, montañas escaladas y multitud de lágrimas y sonrisas por cada vía del camino.
Es semejante a estudiar tu propio libro de la vida dentro de una inmensidad pequeña. El ser que me observa viene de muy lejos, de años luz incontables. Sus experiencias son cuantiosas y extraordinarias.
Ha dejado su comodidad para ofrecerme su experiencia por la vida. Y yo me he comprometido a quererla como solo puede quererse una misma.
Buceo con descaro y entusiasmo en esos pequeños globos terráqueos que justo ahora me están diciendo tanto y me pregunto, ¿a quién tengo enfrente en silencio que tanto valor tiene?
¿Quién eres realmente? ¿Acaso eres un Ser de Luz venido del espacio? Sus ojos hablan con una amplia sonrisa de complicidad y comprendo, que estoy hablando con la persona que más amo del mundo.
Observo la vida en mi misma, y lo único que nos separa
es un reflejo.
©Mila Gomez.
Texto poético recitado.