jueves, 10 de septiembre de 2015

Paisaje Andrómeda





Me acostumbré al insomnio y a sus tertulias en la terraza, nos hemos hecho confidentes de las estrellas y el paisaje nocturno, del aire cálido del verano y del chal de hilo a cuadros, de la hamaca, que nos espera para descansar en su regazo mientras la mente se aquieta,  y en su imaginación, traspasar el horizonte de sus letras.  

Atenta a los posibles prodigios de la Creación, apareció de la nada un fenómeno inusitado, me puse en pié sorprendida de que algo así estuviera presenciando yo. Por detrás de la iglesia del pueblo vi aparecer unas cinco estelas de luz mortecina, se estiraban, del color de un día gris y parecidas a las que deja un avión tras de sí. Cubriendo la parte del Firmamento que yo veía y a una velocidad intermedia,  comenzaron a plegar y desplegarse como haría un abanico. 

En su base final, cada estela se ensanchaba con la forma de una nube del tamaño de dos lunas llenas. Mirando de nuevo hasta el origen de la salida, me di cuenta de que solo era un foco de luz el que estaba enviando varios destellos tubulares de luz pálida. Y todos los proyectados con sus nubes, pasaban por el alto del Firmamento para mi grata sorpresa. Así estuvieron alrededor de un buen rato. 

Con una rapidez insólita, en un momento dado todos los destellos se unieron y desaparecieron como uno, tras el tejado de la casa. 

Me moví de un lado al otro de la terraza estirando el cuello hacía lo alto y lejano de mis posibilidades. Pedí, rogué volver a ver dicho fenómeno una vez más, para asegurarme de no haber quedado dormida de pié. 

Insistí,  y conseguí que regresaran las estelas con sus nubes a desfilar para mí, y esta vez, en lugar de desaparecer con rapidez, aquellos tubos de luz mortecina se estacionaron a un lado en forma de tres nubes formando un triángulo. Me dio la sensación de que aquellas nubes estaban ocultando algo. Luego sí, desaparecieron con prontitud. 

Me dormí con el ferviente deseo de volver a ver dicho fenómeno  aunque fuese en el sueño. Y con la fe, Morfeo me rescató del desvelo y depositó en un lugar extraño, yo estaba medio dormida medio despierta, o, solamente me dejaron entender una parte del texto.

Estaba dentro de una gran sala dorada con una enorme cristalera por la que veía, al planeta Tierra sostenido, dirigido y al cuidado de, ¿millones?, de manos de todos los colores, tamaños y fisonomías.  Todas las manos están rozando algún punto estratégico del globo terráqueo, orientan y abalanzan para que llegue a elevarse muy alto sin perderse por el camino del crecimiento. 

 Siento en mitad de la conciencia, como el planeta Tierra viene a tener el comportamiento de un Ser vivo poco crecido, un poco verde, y que al parecer, tiene unos descendientes vivos  que todavía son adolescentes.

Esas manos apoyadas en toda su extensión, colaboran en la educación conjunta. 

Eso es lo que entendí y lo que seguiré entendiendo en respuesta a lo que estaba observando. 

Que de otras dimensiones del Universo se han unido para ejercer, de alguna forma, de padres nuestros, que nos ayudan con sabiduría y ternura sin la necesidad de un reconocimiento, igual que unos buenos padres cuidarían a sus pequeños a no dar tropiezos, entendiendo su corta madurez. 

Que veo a la Tierra acelerarse en su  movimiento , y las manos la frenan a fin de llegue ilesa a su nuevo destino.  Son manos bondadosas, con amor de madre, responsables y valientes. 

Eso comprendía en la sala dorada y a través de una enorme vidriera. En ese lugar extraño en el que Morfeo me dejó hace un rato. 

Al llegar no reparé en toda la gente que me acompañaba, estaban a mi lado y eran gente como yo, de rasgos terráqueos. Desde pequeñas criaturas a las que cuentan las ancianas, y todas y yo, teniendo la misma visión con muchas versiones. 

Una luz se encendió dentro de mí con sonido incorporado. 

Aquí estamos una parte del planeta que a base de muchas preguntas, aleatorias o sospechadas, se nos ha permitido comprender la respuesta de alguna de ellas. Al creer, y ayudar con la Fe a que todo puede ser posible, vimos las estelas luminosas en el Firmamento a la vez que éstas, comprobaban nuestra Fe. Y el que estuvo listo para demostrarla, está presenciando su propia versión de la visión. 

Las manos de los otros, habitantes de lugares del Cosmos, acompañan en su andadura a Tierra, no son escogidas al azar, ya pasaron por un trance similar y ahora nos enseñan. 

De ahí que presencio una relación familiar entre los poseedores de las manos y nosotros.  

Vivimos tiempos de cambios y hay quiénes aún no se han enterado de cuál es el que necesitamos, todos juntos, no por separado. La reacción ha de ser en cadena y contener a todos los que somos.  Podemos ir llegando poco a poco primero a esta plataforma de ensueño o a otra que contenga la misma información, ir permitiendo tanto al sueño diurno como al nocturno, nos vaya respondiendo a aquellas preguntas complicadas de entender.  

Así hasta, que por fin sean respondidas todas las preguntas y las respuestas las tengamos todos.  

Nunca estamos solos, siempre hay una mano amiga que nos brinda su apoyo sin pedir nada, una mano solidaria, bondadosa y de una contagiosa familiaridad lejana, una mano que sostiene con firmeza y generosidad cada uno de nuestros pasos amargos. Y confiamos y descansamos en esas bondadosas manos.


Acabó el sonido.

Y descansada, me devolvió Morfeo al día que pertenecía.

Mila Gomez.


Óleo.  "Paisaje Andrómeda" 2011 Rafael González. 




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