lunes, 30 de noviembre de 2015

Mora




    

     Jugaban al fútbol dos equipos considerados buenos rivales en la profesión. El partido lo estaban emitiendo por televisión y en el bar de Claudio, disfrutaban los fans de los dos equipos, a cada quién con su color. Había más gente de lo habitual y los camareros no paraban de servir bebida. 

     La caja iba bien y todos los asistentes estaban contentos hasta que se emitió el primer gol, ahí empezó una pequeña piña a desentonar. La piña se agrupaba o separaba según los goles y maneras de lograrlos, ¡pero era normal!  Estaban acostumbrados y contentos con el ambiente festivo y disputado, y al terminar el partido excepto los menos fiesteros, se tomaban una copa juntos mientras seguían con sus disputas. Eran gente del barrio, conocidos la mayoría.     


     Claro que a la confianza, si añades una sobredosis de estímulos producidos por el efecto de la victoria o derrota que  van viéndose en el transcurso del partido, puede que se altere una frase y sea la confianza la que mata si alguien no tiene suficiente cordura. 


     Una de las mesas ocupada por dos hombres jóvenes, más que ver el partido se entretenían con sus tertulias de amigos, reían de sus conquistas en tono bajo sin poder evitar molestar de tanto en tanto, a los colegas de la otra mesa. Seguían hablando y uno de los jóvenes refiriéndose a una chica dijo, que tenía el pelo como una mora.  Dicho justo cuando metieron otro ruidoso gol, y uno de los colegas de al lado, ya molestado anteriormente, a causa de los aplausos fanáticos solo pudo escuchar de la mesa vecina la palabra mora.  


     Ese hombre colega se llamaba Color, y tenía por novia a una mujer de origen musulmán. Puede que no se considerase racista, pero si consideró que el joven que pronunció la palabra mora si lo era, o bien Color mezcló ese ideal con el gol que no quería, el fútbol tiene a veces esa maestría, la de embotarnos la cabeza.  El caso es que a Color, la simple mención de mora le dolió como si le hubieran hecho una ofensa, se levantó furioso llevando un botellín de cerveza en la mano.


     Se avecinaba una pelea y hubo levantamientos de manos y voz, malentendidos que no se entendían. Se hizo una especie de corrillo alrededor de los peleantes, con el amago de separarles o seguir de reojo el partido. Se gestaban apuestas internas.


     ¡Qué suerte! La sangre no circuló ni hubo graves incidentes,  había en el bar alguien que no había perdido el control del día ni situación, el dueño del bar, Claudio, esa noche era de caja y buen servicio y no había tiempo de enfrascarse con la bobada del fútbol. Tomó a buen acierto la situación y cuando dieron las explicaciones el joven, y el colega Color. 


Resultó ser; 


     Que el joven al decir que la chica de la que hablaba con su amigo tenía el pelo como una mora, se refería a que tenía el pelo tan rizado y negro como la mora de la zarzamora.




Mila Gomez





Primero te sentarás en la hierba, 
un poco retirado de mí, yo te miraré    
de reojo y tú no dirás nada. 
Las palabras son fuente de 
malentendidos. 

"Antoine de Saint Exupéry " (El Principito)

























domingo, 22 de noviembre de 2015

Un Viajero en el Tiempo


Reflexión sobre las vidas de María

Si quieres leer antes la primera vida de Un Viajero en el Tiempo con María  Clica Aquí.

En el pueblo de Lagunas han sido tres las que viví con tres cuerpos, emociones y relaciones diferentes, en la que siendo tercera aún razono como cualquier otro, advino un conocimiento de la reciprocidad que nos ofrecemos al conocernos, y los desenlaces que ocasionamos con nuestros actos.

Me he visto ataviado de tres épocas, en las cuales tuve libertad para elegir entre una u otra elección, y cada toma de decisión fuera consciente o de proceder inconsciente, ni una sola se libró de repercusión. Significa que si yo dije si, o no, a algo, ya fuera un pensamiento, atraje al particular mundo en el que se recrean todos mis actos, a aquellas personas y situaciones a las que le llegó en alguna honda mi respuesta. Y nada sé, de haber realizado semejante proeza. Por lógica y afinidad estas personas sumaron y atrajeron a su vez a otro grupo de personas más las situaciones, así hasta formar una cadena humana de encuentros inverosímiles, gracias a una sola aportación que generó tantas como la cuantía de todos. ¡Es increíble! Me da en pensar que estamos más unidos de lo que jamás llegaré a descubrir, ni siquiera imaginar, sería capaz de creer que si el mundo sufriera una patología mundial, con que uno solo de nosotros tomara una decisión correcta el mundo se salvaría. Sería un futuro idílico para una próxima vida. Y como digo yo. ¿Por qué no?

Una frase célebre que hace referencia a ello dice. 

"el simple aleteo de las alas de una mariposa, puede cambiar el mundo".

Albergo la sensación de pasearme por los mismos escenarios y encontrado con idénticos actores, y aunque sea de pasada todos tenemos algo que decirnos en la mirada del recuerdo. Vale una sonrisa de sincero aprecio para que cada uno prosiga su camino sin carga. 

Comprendí que había compartido por siglos casa, amor, amigos y enemigos por una buena parte del planeta, y que el fluido caliente que circula por mis venas conserva la esencia de la primera vida.  

De las muchas habilidades aprendidas en cada una de las que viví, aun conservándolas  todas, en cada vida desempeñé la que necesitaba ponerme a prueba.

La sabiduría de la vida nos une y desune hasta que sepamos tratarnos primero como hermanos, luego, igual que a uno mismo.

Las obras que realicé dañando a semejantes o de las que salí perdiendo, las consecuencias se fueron pasando de una a otra vida y a la siguiente, creando una corriente imantada que me volvió a unir a las obras para deshacer las consecuencias. Parezca que el electromagnetismo me acompaña para actuar de una forma concreta y atraiga aquello que permita avanzar. 

La vida que conozco nos une entre sí sin saber nosotros para qué. Mi Alma dejó un cuerpo en polvo y Ésta en otro tiempo ocupó otro aspecto para continuar experimentando a través de un nuevo rango físico.

Transitaré por el tiempo de la horas hasta  saberme libre como el Viento.                      

"el simple aleteo de las alas de una mariposa, puede cambiar el mundo".


Hoja del diario de "Un viajero en el Tiempo"

Mila Gomez. 


jueves, 19 de noviembre de 2015

Una vida como Templario




Primera vida de María


Me mostraron...
Observé y escuché...
Sentí que estaba siendo yo...
Y lo supe.






     Tres vidas atrás, allí me remonto y en el mismo lugar en donde me he vuelto a parar ahora, en este presente de interrogantes y filosofías. Y así, de esta manera viví aquella historia junto a los mismos transeúntes que a diario me cruzo, de nuevo aquí, en lagunas.

     Otrora cometí errores graves causando  dolor y aflicción, hay que saldar las cuentas del caballero que fui. Retribuir mis pagos allá en dónde mis vuelos nacientes me posaron con cariño, y unas heridas tienen que sanar. 

     Edad Media, primeros años del siglo XIII. Siendo Maestre Templario acudo a Lagunas con un escudero. El pueblo natal y en el que residía mi familia era cercano  y pertenecía a la misma provincia, conocía bien los caminos y a unos cuantos  asaltantes aviesos de botín y fechorías, lo que daba preferencia a que fuera yo, encargado de cumplir con la misión. 

     A unos ciento veinte kilómetros aproximadamente de Lagunas, se descubrió una pequeña cueva con la imagen de una virgen adentro. Devotos, que por entonces necesitados de fe acudían a adorar las milagrosas apariciones, empezaron su peregrinar atravesando la comarca deteniéndose por los pueblos próximos. 

     La Orden del Temple conocía a los regentes del castillo de Lagunas, me enviaron allí para  proteger, y conducir hasta la cueva a los peregrinos que pasaban por allí. No fueron muchos y éstos distanciados a los que amparé, una larga temporada que permitió realizar mi trabajo y conocer a los habitantes que encantados con mi comparecencia, me otorgaron la oportunidad de ayudar de mil maneras diferentes y consuelos, era para ellos un valiente ejecutor de los designios del Señor. 

     Entretanto me hospedaba en la casa castillo de Lagunas, allí los ilustres y distinguidos comerciantes celebraban reuniones sociales de diferentes índoles, algunas amenizadas con suculentos banquetes y distracciones. En la primera reunión oficiada a la que asistí conocí a María, acostumbrada a pasar frecuentes temporadas en Lagunas visitando a sus familiares, coincidí en una de sus estancias. La acompañaban su esposo y una hermanastra, Marcela. Nuestros ojos se encontraron al unísono y por segundos desaparecieron las demás caras y decorado, no supimos como reaccionar y agachamos la vista al suelo, igual a descubiertos en medio de un pecado.

     Siempre tuve  claro lo que significaba mi cargo y gustoso y en aceptación desempeñaba, nunca planteé la posibilidad de enamorarme, ni siquiera imaginaba pudiera existir un ser tan bello dotado de voz y cuerpo, no obstante fue conocer a María y descubrir al instante el amor en su persona, a ella le pasó lo mismo. La situación comprometida en los dos es bastante obvia, ligada a la separación de nuestro cada día más ardiente y acelerado amor. 

     María  pertenecía a la clase señorial, era observada por mil ojos y maneras diferentes, fuese donde fuese era el foco de atención. Por mi parte sucumbir a su amor significaba perder la vida, uno de los votos que juré obedecer a la Orden fue la castidad. Sin embargo, ¿Cómo negar, ocultar, y apartar ese amor descubierto sin escucharlo ni entregarse a él, cuando todos los poros del corazón estaban abiertos a la entrega? Era una locura que nos hacía enrojecer de pasión e impotencia. 

     Un día el azar y las coincidencias nos dejaron a solas  para que nuestros sentimientos se encontraran y conociesen, a partir de entonces nos fue imposible negar la tentación del amor, y nos entregamos el uno al otro pese a todo pronóstico funesto. Los encuentros eran preparados con la complicidad de su hermanastra Marcela, en una de las casas vacías de la familia.

     Nos amamos con la desesperación de quien sabe ha de terminar la expresión sublime de semejante amor a destiempo. Nuestros cuerpos y Almas expresaban su voluntad hasta en el más íntimo rincón olvidado. Llegamos a amarnos hasta en la imaginación.

     Había en Lagunas un hombre aburguesado, taciturno y solitario enamorado en secreto de María, si bien no para ella que cansada de rechazarlo y deseando alejarlo de su vista, le había amenazado con contárselo a su esposo si volvía a molestarla. Éste, viendo el peligro que corría si se llevaba a cabo la amenaza de María, optó por alejarse de ella sin dejar de acechar sus pasos; pendiente de ella conformó su desdeñado amor. 

     Olvidados de él, pendientes el uno del otro nos centramos en nuestro amor y furtivos encuentros. El hombre que no la perdía de vista mientras podía, nos descubrió e ideó un plan de venganza para su amor enfermizo. Se propuso robarme los hábitos de Templario, y en la oscuridad de la alcoba pasarse por mí ante María que sería al fin, como anhelaba, suya en carne. 

     Así fue que al entrar en la casa de los encuentros me esperaba espada en mano, y lógicamente tuve que defenderme. En plena absurda lucha entró María y Marcela, la entrada de las mujeres bajó mi guardia y el adversario aprovechó para herirme en un costado. Acto seguido encaminó sus pasos por entre las mujeres y salió herido de rabia. Marcela aconsejó a María se quedara a mi lado mientras ella iba a buscar ayuda. El secreto fue manifiesto.  

     El castigo que se impuso al osado fue el máximo que en aquella época se esperaba, lo empalaron. En cuanto a mí, la Orden no se privó de castigarme de palabra y obra, eso sí, se me perdonó la vida. Fui expulsado de la Orden durante varios años y me exilié en otra provincia, allí rehíce mi vida al lado de Inés, una mujer a la que quise mucho y a la que no tuve tiempo de amar mejor. La Orden me encontró y volví a ser admitido, exactamente fui obligado a ocupar un rango inferior al antepuesto, era el pago por habérseme perdonado la vida en otro momento.  Abandoné a Inés sin saber ella el motivo.

     María quedó tan afectada, que poco le importaron las represalias que asumió con sinceridad ante su esposo, confesando nuestro amor.

La riqueza, la religión y la posición que ostentaba, hicieron que fuera  perdonada, olvidado el adulterio  y siguiera con su vida atada a los intereses comunes de ambas familias, empero, debajo de las sonrisas se ocultaban  desavenencias y juicios envenenados.  

     El corazón nos quedó desgarrado y ya nada importaba como íbamos a vivir a partir de entonces. Los cauces a los que desembocaron los respectivos destinos fueron alterados por nuestro acto, dejando secuelas que tarde o temprano se tuvieron de enderezar sin estar nosotros presentes ni juntos.  
***

Lagunas es significativo y especial
a mi memoria celular, fue aquí que
conozco a Francisco. Su mirada honesta
se posó sobre mis ojos como si me
hubiese reconocido de otra vida aún
más ancestral. Los dos estábamos de paso,
él tenía la misión de salvador de Almas que
cumplía a la perfección. Tuve el
gratificante honor de verle y deleitarme
con sus oratorias y subliminales
mensajes, además de contar con
 su compañía en algunas
 de las escoltas a peregrinos que realice.
Desde aquella su última vida terrenal,
es Compañero  Espiritual de mis
andaduras terrenales.

Continuará con la siguiente y segunda vida al lado de María. Clica Aquí.

Hoja del diario de; "Un viajero en el tiempo"


Mila Gomez.

martes, 17 de noviembre de 2015

Reencontrados


Cuarta y presente vida de María

Y lo supe
















     Desperté de sueños y visiones, durante un buen trecho del camino vagué por los recónditos entresijos de mi subconsciente. Ahora todo tiene la textura de mi realidad actual. Otro cuerpo y edad a punto de completar una parte de la experiencia, enamorado y al lado de la tan amada María. Por cuarta vez unidos por el amor, en ésta ocasión de vida capaz los dos, de superar las pruebas que nos puedan querer separar, liberando temores y limando asperezas. La diferencia es, que por haber sido respondido a tantas preguntas pasadas, se me ha otorgado  licencia de obrar con más consciencia. 

     Cuando en un año del pasado siglo empecé a buscar el recuerdo de María, éste apareció en dos formas femeninas parecidas en físico al que tenía la María de mis otras vidas. Sin embargo, enseguida el instinto me sugirió buscar otro aspecto que fuese más llamativo a mi recuerdo memorial. Y la encontré, y lo supe al conocer en ella similar carácter serio y de liderazgo. 

     Por entonces los dos estábamos comprometidos con otras personas, yo a punto de casarme,  ella creyendo estar enamorada de un hombre  similar en el físico que recordaba en mi anterior físico. Antes de fundir y compartir nuestros secretos amatorios, los dos rompimos con las relaciones que nos habían confundido.  Éramos libres para amarnos sin mediar nada ni nadie. 

     Nos habíamos encontrado y María también intuyó, que estábamos destinados a estar unidos por un verdadero amor. El proceso de adaptación fue corto, y nos amamos con la seguridad de quién ha encontrado lo que se dice, su media naranja. Aquella tan anhelada que parece no llegar nunca. 

     María en esta ocasión nada tenía que ver con riquezas o poderes. Nació en familia humilde, de las que entre unos y otros se ayudan para salir adelante. Era la primera vez que María volvía a la Tierra con tanta sencillez, a raíz de haber aprendido la lección del desapego  en su anterior peregrinar.  No del todo suelto, pero si mucho resuelto. 

     En un punto, la vida nos puso a prueba otorgándonos dificultades, había llegado la hora de enfrentarnos al destino tomando una decisión. De la folklórica y bella ciudad nos trasladamos a Lagunas, fue pura intuición lo que nos trajo a éste pequeño espacio, un pueblo marcado en tinta por una memoria colectiva de los que aquí viven, y de los que hemos vuelto para vivir y reencontrarnos con los demás.

     Yo sabía (en letras menudas), quién había sido  para mí en otros tiempos del recuerdo, ella nada sabía excepto su parca intuición. Teníamos una  misión conjunta. Corregir errores principalmente de aquella vida en la que yo fui un capataz y ella la señora de la hacienda. Una vida en la que los dos vivimos como la ira y la venganza se ensañaron con los corazones de muchas gentes. Y con el nuestro, que sangró de dolor.  

     En mis vuelos nocturnos por las realidades de otros momentos vividos, solo, o con la compañía del Guía Francisco,  fui sonsacando al Universo detalles que me pudieran ayudar a solventar tantos malentendidos.  En el aire fluctuaban las malsanas energías que creamos entre todos, y se enredan y camuflan en las nuestras del presente. María seguía sin saber y los comienzos con los nuevos vecinos la alteraron en demasía, la volvieron irritable y quería marchar, por otro lado decía tener la certeza de que aquel era su lugar.

     En lo primero que se fijó fue en una enorme casa de las afueras, rodeada por vallas y dentro con muchos arbustos y vegetales.  Una casa solitaria en la que no vivían más que fantasmas. Una casa desmantelada por dentro, saqueada de sus riquezas y que sus actuales propietarios, desde la ciudad en donde vivían la custodiaban para que no se viniera abajo. Todo el contorno de la hacienda era lúgubre y misterioso, aún conserva las esculturas que yo ayudé a construir junto a mi amigo. 

     Cuando María vio la casa quedó prendada en ella, se obsesionó tanto que en sueños la visitaba, de allí salía corriendo al ser perseguida por los espíritus atrapados que la habitaban, debido a los maleficios que allí se practicaron. Por el día repetía que aquella casa le pertenecía, era suya y la quería comprar.  Pregunté para tranquilizar su ansia, ni la vendían ni hubiéramos tenido el dinero necesario. Aún sus descendientes seguían teniendo apego a las opulencias. Se conformó, pero siguió visitándola en sueños hasta que se asustó de verdad y dejó de acudir. Ya no la quería. ¿Qué mejor prueba?, cuando le dije la verdad sobre la casa. Allí estaba su gran mansión, y muchas otras propiedades añejas, burlándose de todas las Almas que dan el amor por una fachada.

     Nuestro trabajo en el pueblo de Lagunas  más mi carácter extravertido y el serio de María, eran conocidos y nos tocó servirles de alguna manera,  esa era la finalidad, invertir los papeles de la otra vida con algunos de ellos, adaptados  a la actual época. María lo llevó fatal al principio al no comprender lo que le pasaba, pero su destino lo realizaba con dedicación y comprometida.  En Lagunas estaban casi todos los que fueron sus obreros, la mayor parte del pueblo, entre ellos mis hermanos, que a todos los tengo aquí de nuevo, ocho exactamente. María tiene aquí a sus dos hermanas de entonces, también a quienes fueron amistades de su rango. Y muy lentamente y con paso firme, se ha ganado el respeto de todos a los que de alguna manera, hirió entonces y se sintió herida. 

     Chispas saltaron dentro de María cuando conoció al que fuera esposo, aquel hombre débil que la maltrató y al que  engañó prefiriendo mi amor de capataz.  Al verse sentían desconcierto y se rehuían la mirada. Yo lo sabía y sonreía para mis adentros cuando María, muy perspicaz, me decía que con ese hombre sentía una conexión espiritual.  Entre los dos hay una brecha porque él continúa sin perdonarla, y en cuanto a mí, ya no somos rivales pero procura esquivarme, igual que a María la mirada.

     Están en Lagunas el escudero y posterior novio de María, y aquella mujer, Inés, que dejé sin despedida cuando Templario. Los cuatro nos llevamos bien. 

     A la cita no podía faltar Marcela, coincidente con los dos en cuatro vidas. María y ella seguían teniendo rivalidad interna, sin sospechar. Nos tocó convivir los tres una larga temporada hasta que las dos mujeres se vieron como amigas.  Marcela volvió a enamorarse de mí, pero al comprender que amaba a María se retiró estoicamente. También el mujeriego esposo, en ésta vida hizo amago de conquistar a María, pero me temía y se alejó. Ella ya sabía quién era él, en su anterior vida, y reía conmigo de las sutiles coincidencias que te da la vida. 

     Con paciencia y cariño nos hemos acercado no solo a la clase social alta, conocida por María en aquellos vetustos paisajes, amigos o familiares, también a la llamada clase proletaria. Hemos compartido mesa y charla con todas las clases sociales que fueron o son ahora. De igual a igual, sin bienes ni discriminaciones, de  esta manera los dos nos hemos sentados junto al que fuera esposo, suegro, hermanas, cuñados, primos o de la nobleza, y también del mismo gusto, con toda clase de jornaleros. Y María sabe estar con ellos sin sentir diferencias. De lo más natural. Y todos poseemos la misma Alma de antes y siempre, en diferente cuerpo y habilidades. Y el Alma de María se siente más ligera por haber hecho las paces.  

     Nuestra situación económica es normal, ni falta ni sobra, y María ya comprendió y aceptó el hecho de haber sido muy rica en dinero y pobre en amor.  Ahora tenía el amor de lo que más le importaba, aquello que nunca se puede comprar. Estaba contenta y seguía aprendiendo de su intuición. 

     En una ocasión alguien me dijo, que hay Almas cuyo espíritu realiza mejor su misión si hay mucha abundancia por medio. Son personas terrenales que necesitan verse ricas en dinero para ser más espirituales. Y María  era una de ellas. Cuando en sus otras vidas gozó de tanta riqueza, no supo administrarla, se quedó demasiado para ella y en consecuencia, se encadenó a una pobreza.  Ahora vuelve a necesitar la riqueza para hacer mejor repartición y librarse de la miseria. Ser más generosa para completar su obra. 

     Estamos en un punto neutro, físicamente solo podemos tentar a la suerte divina. 

     Yo soy aquel que cuando Maestre Templario, y cuando capataz, si yo hubiera sido un rico heredero, María se hubiera venido conmigo y entregado su amor, nada material la hubiera retenido. En esta vida cuarta, María me ha elegido tal cual soy. Sin saber si le voy a ofrecer todo lo que necesita para vivir una buena experiencia terrenal. A elegido el amor sin dudar.  

     Y por haberlo hecho y yo conseguido, puesto que el Alma de María necesita de lujos y la vida la quiere compensar, acudió a ésta peculiar cita de reencontrados, un familiar mío, anciano soltero, que en su testamento me dejó antes de morir una suculenta herencia. Este hombre casi desconocido, en una de las pasadas vidas ha sido antepasado de María. ¡Grandísima Coincidencia y Suerte!

     Ahora puedo ofrecer a María todo cuanto haya podido soñar en esta vida. El amor que ya poseía y todo lo demás. 

     María recuperó toda su fortuna a través de ella misma y con mi ayuda. En su cuarta experiencia de vida en la que consiguió discernir entre el valor de los dineros y el amor. Y procedía con naturalidad y paciencia al regalo que la vida le enviaba. Practicar la lección del
Desapego″.

FIN.
Hoja del diario de; "Un viajero en el tiempo"


Mila Gomez.


Próxima entrega, Reflexión sobre las vidas de María.
Clica Aquí


Si quieres leer la primera vida junto a María Clica Aquí
Segunda vida Clica Aquí
Tercera vida  Clica Aquí



Gracias por haber llegado hasta el final,  ojalá, te haya gustado las historias de María y su valiente enamorado. 


sábado, 14 de noviembre de 2015

La Lección



Tercera vida de María


Sentí que estaba siendo yo...
Y lo supe.




     

     Me introduje por el ojo de una estrella y vi a la amada María, se acercó con los brazos extendidos y me enseño su propósito de vida.
    
     Principios del siglo XX. Música de jazz y notas de blues. María está de nuevo por paseo en esta tierra y muy lejos del pueblo de Lagunas. Es una ciudad costera hermosa, una de sus playas está a la vista desde la gran mansión en donde vive. Vuelve a la vida de nuevo en rica cuna, de prestigiosa familia e hija única, consentida y adorada. Padres e hija están unidos por el lazo sanguíneo y por un mismo y elevado propósito espiritual. Aprender la lección de El desapego, y tienen que aprender su significado lo mejor posible, ellos lo eligieron así antes de nacer.  Desapego a los muchos bienes materiales de los que disfrutaron en tantas vidas pasadas, contenidos en la memoria celular a modo de sus olvidados recuerdos. 
     

     La lección no se hizo mucho de esperar, al padre le diagnosticaron una enfermedad terminal cuando María era una niña, y cuando ésta tenía diecisiete años, falleció dejando a esposa e hija en la más triste desolación, con amarga resignación al comprender, que se habían ido desprendiendo poco a poco de alguien con mucho valor para ellas. El dinero o el poder no hicieron nada por devolverle la salud.  E hicieron que ya no valoraran tanto las riquezas. A su vez, el padre tuvo ocasión de ir despidiéndose de ellas, dándoles de todo menos vanas alianzas. Los tres se entregaron el amor que tanto habían escatimado en pasadas relaciones, tiempos remotos y padecidos. 

     A la pena de madre e hija se sumó un miedo a que María, heredara de su padre la enfermedad mortal, y como todo pronóstico funesto parece ser dotado de vida propia, así se cumplió el designio, a pesar de detenerse en alguien tan joven y con poca probabilidad de desarrollar el mal. A María le quedan pocos años de vida, su consuelo y afecto lo comparte además de con su madre, con su novio y su niñera, que aún sigue haciéndole de amiga mayor. Y la coincidencia, el novio es el escudero que conoció a la vez que a mí de Templario, y la niñera es la que también entonces, hizo de su hermanastra Marcela  y en la siguiente vida, ésta fue su rival en el amor y una mala empleada.  Dos vidas con uno, y ya va por la tercera que se encuentra con Marcela a la espera de hacer las paces. 


     Tristeza y miedo se entremezclan en la suntuosa casa a la espera de perder lo que más amaban, y madre e hija eran suficientemente conscientes de que no se podían apegar  entre ellas porque tendrían que desprenderse de todas formas. Nada de dinero ni regalos, vestuario o comodidades hicieron llevadera la experiencia final de su fatal.  No pudieron comprar la salvación y lentamente y en agonía, se dieron cuenta de que las posesiones comparadas con lo que perdían, no tenían ningún valor para ellas. 


     Un desapego  advenido cuando María tuvo la capacidad para entender su partida. Murió a los veinte años de edad,  la mano de su apenada madre acariciando con ternura la suya, y un sordo murmullo en lágrimas del resto de sus queridos.  Con discreción, el novio y su cuidadora Marcela  la dejan ir en Paz. Y esa madre quedó desapegada de todo menos al amor que se le iba.  

     Padres e hija aprendieron a base de mucho dolor, que el verdadero amor nunca tiene precio.

    
     Yo, aquel que con cuerpo fuera Maestre Templario y posterior capataz, enamorado de María, en ésta ocasión de su vida no tuve vehículo físico, invisible para ella me limité a cuidar y guiarla de la mejor manera que supiese entender.
   
     Sabía, que la prueba expuesta que se impuso materializar, vista y entendida con los sentidos que proporciona el cuerpo, iba a ser una vía crucis  para ella, y se me concedió guiarla en el itinerario. Cuando en su último suspiro su Alma se elevó fuera de lo que representaba, yo estaba allí para recibirla.  A la tan amada María.

Hoja del diario de; "Un viajero en el tiempo"

Mila Gomez.



Concluirá con la cuarta y actual vida junto a María. Clica Aquí

Si quieres leer la primera vida con María, Clica Aquí 
Si quieres leer la segunda vida con María; Clica Aquí


miércoles, 11 de noviembre de 2015

De nuevo con María



Segunda vida de María

Observé y escuché...
Sentí que estaba siendo yo...
Y lo supe.  





            Soy poseedor de errores, un galán con soltura de cabellos negros y ondulados, largos hasta los hombros. El mismo que viste y calza y fuera Caballero Templario hace cinco siglos. Un porte similar y enamorado de la misma mujer de entonces, mi querida María.

     Voy a ver si en ésta ocasión de vida, los dos seremos capaces de vencer temores y dejar a un lado todo concepto material, para poder amarnos sin ataduras.

    Es el siglo XVIII. Época de miserias y notoria diferencia entre las clases sociales, hay señores amos y servidumbres. 

     Soy un adolescente cuando al pueblo en el que vivía, el mismo Lagunas de la otra vida y actual presente, llegaron a vivir una familia con un hijo y dos hijas, la mayor se llamaba, María. Una familia inmensamente rica, en poco tiempo una gran parte de la Comarca era suya. Grandes terratenientes fueron. 

     Yo era de familia numerosa y condición obrera,  el trabajo que realizaba me llevaba por otros pueblos, y el rango de la familia de María me mantenía alejado de ella.  Nos conocimos cuando se presentó en casa a buscar un favor, que curiosamente, solo yo pude ofrecérselo. María  estaba a punto de casarse y solicitaba una tarea artística en su nuevo hogar, cuyo autor y amigo solo yo conocía la ubicación e impliqué en el proyecto.  

     ¡Qué hermosa la contemplé! No conocía a nadie que le igualara en elegancia y soltura. Al miramos, ella con sonrisa de ámbar, nos temblaron hasta las pestañas. Buceamos por segundos en esas cuencas misteriosas en busca de algún lazo mágico con un anterior encuentro amoroso. Nuestros ojos brillaban, y cuando se despidió con un suave apretón de manos, ambas quedaron sujetas y un rubor nos obligó a soltarlas.  Noté su vacilación y desconcierto por todo cuanto nos habíamos dicho sin palabras. Deseando recuperar en el tiempo un algo que nos pertenecía y unía,  y que ninguno sabía qué era. 

     Supe sin duda que acabábamos de enamorarnos y presentí, en la boca del estómago, un futuro incierto abocado a una relación dolorosa. Era nuestra oportunidad de salvar el amor que la vida nos volvía a enviar. 

     A pesar de habernos confesado amor con intensas miradas, lenguaje corporal y unos cuantos sonetos encriptados,  no quiso anular el matrimonio porque el hombre con el que se casaba, era de su condición y se impuso creer, que estaba enamorada de él, ayudó a la decisión su acentuado conservadurismo y que yo, no tenía nada que ofrecerle excepto amor.  Continué con mi novia, que la gracia de la vida no quiso que fuera otra si no, la que fuera hermanastra de María en mi vida como Templario, Marcela.  Los tres habíamos vuelto a coincidir de manera peculiar, y con la misión conjunta de corregir los errores de un pasado que ninguno recordaba.  

     María se casó por todo lo alto en la iglesia del pueblo de Lagunas, yendo con el marido a vivir a una de sus grandes adquisiciones terrenales, con todo lujo de detalles y una capilla privada para sus rezos. Me pidió ser el capataz de la hacienda y acepté encantado, con tal de seguir viéndola. Cientos de jornaleros pasaban por mi aprobación, entre ellos escogí a hermanos y a mi novia Marcela, escogiendo para ella un puesto privilegiado dentro de la casa, sin un propósito claro, cerca de María. 

     Ocurrió que María  era de carácter duro, rigurosa en todos sus tratos, y enseguida cogió las riendas pesadas de la hacienda y dejó en manos de su esposo, lo más precario y anodino, que en realidad, era lo que mejor sabía hacer, sin embargo, la repartición tan desmerecida decretada por su esposa,  mancilló su orgullo y se achicó sintiéndose ofendido. María lo había rebajado. 

     Pronto se relajó y empezó a coger confianza en su nuevo papel de marido, descuidó esposa y trabajo, y volvió a sus andaduras de mujeriego entre una y otra borrachera. Llegó  a utilizar su poder de amo para llevarse a un catre a cuantas sirvientas quisiera, algunas diré que agradecidas. También a damas de la burguesía y amigas que le consentían. María se enteró, pero no le importó y sintió algo de alivio, pues los dos ya éramos amantes y vio en ello un perdón para su culpa. Por entonces María era admirada, temida y envidiada. 

   Volvemos a repetir la historia con otros puntos de vista. Mismo error de la otra vida. Amantes separados por el dinero, las tradiciones y otras estrategias materiales. 

     La confianza, y el amor odio que marido y mujer se entregaban, hizo que maltratara a su María y obligara a cumplir con su papel de esposa. Ella pagaba su humillación con empleados que luego me tocaba mediar entre uno y otro bando, y desahogaba conmigo su amor, descuidando en el frenesí la vigilancia de ser descubiertos. 

     Se enteraron todos menos los más allegados, entre ellos su esposo y mi Marcela.  Era cuestión de tiempo y al fin, primero fue mi novia que se enteró y amenazó, a no ser, que me casara con ella, y arguyendo estar embarazada de mí.  La rechacé, y se vengó con dos de mis hermanos, hombre y mujer, y los tres retozaron en las mismas sábanas. Al resto de familia la puso en contra mía. También accedió a los caprichos del amo.  Todo por odio y venganza. Y al igual que a María con su esposo, tampoco me importó que lo hiciera.  

     María abandonó la habitación marital, adecuándose en una gran alcoba su cama y despacho, en dónde pasaba largo tiempo contando dinero y administrando su patrimonio.  Con ello  se impuso a su marido ante los acosos y malos tratos. Por el caserío todo eran vibraciones dolientes, entre miedos y abusos del poder. La servidumbre estaba enfurecida y deseando explotara la pólvora de la envidia y el rencor.  Tanto, que una sirvienta que decía amarme con locura, al negarle mi amor se unió a otras mujeres de la casa para hacer brujería y separar al matrimonio por las malas. 

     El ambiente enardecido en la gran casa, subía de nivel desmesuradamente a cada encuentro clandestino de nuestra fogosa entrega, ahora confiada a un primo de María que nos hacía de guardia mientras nos amábamos con pasión en la cama de mi amada.  Cada día más delgada y demacrada a causa de los maleficios.

     En una de esas idílicas citas sexuales y amatorias, en las que yo acudía encaramándome  por la fachada de piedra hasta el balcón de la alcoba que María me dejaba abierto, fue  saltar en el suelo y allí me esperaban, el esposo enterado de nuestro idilio con un matón de amigo. 

     Qué decir de lo que recibí y recibieron, María asombrada delante de la revelación, gritando dijo a su marido que fue ella la que me invitó, el marido furioso la mira y le dice que vaya preparando mi tumba. 

     Salí de ésa y ocasión tuve de hablar con María de la situación que se avecinaba, yo tenía que desaparecer, ella angustiada y entre alguna lágrima dijo que me seguiría allá a donde fuera. 

     La llegué a conocer como a nadie en aquella vida, tenía dos hijos y familia, y muchos obreros que dependían de su hacer, además de una economía que necesitaba como al comer. Yo jamás le podría dar el lujo al que estaba acostumbrada. ¿Qué iba a hacer, con tanto que la quería? Le negué que me acompañara una sola vez, María no volvió a insistir y desaparecí de su vida. 

     Allí quedó ella, de igual manera que en su anterior vida en la que coincidió con la mía, cuando no supimos unir las dos Almas con la energía de nuestro amor. A causa principalmente, de que María estaba demasiado apegada a los placeres terrenales. 

     La riqueza, la religión y la posición que ostentaba, hicieron que fuera  perdonada, olvidado el adulterio  y siguiera con su vida atada a los intereses comunes de ambas familias, empero, debajo de las sonrisas se ocultaban  desavenencias y juicios envenenados. 

Hoja del diario de; "Un viajero en el tiempo"


Mila Gomez

Continuará con la tercera vida al lado de María. Clica Aquí


Si te gustó y quieres leer la primera vida.
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domingo, 1 de noviembre de 2015

Libre de culpa





Cuando sentimos o creemos que alguien nos ha ofendido en cualquiera de sus formas, pasamos a emitir un juicio y por lo general,  a considerar el perdón como vía de liberación. Si perdono o me perdona estoy salvado. 

El perdón es una elección,  concederlo o no, es una cuestión del ego y de cómo éste nos hace sentir la emoción en todo su contexto generado.  Qué tanto ha sido el daño. 

Percibimos al ofensor por lo que transmite y  refleja para nosotros un conjunto de personalidad. ¡Eso es todo!, por eso nunca lo voy a ver tal y como es en realidad, porque siempre elijo lo que quiero contemplar. Y lo que veo en la persona que me ha ofendido, es una parte de lo que muestra su apariencia externa, en actos, hechos o dichos. Nada que sea real a su obrar interno

El perdón siempre será parcial, un perdonar carente de la verdad que nos hace creer que hemos perdonado, y elegir una vía intermedia que resulte más fácil llevarla a cabo que perdonar la ofensa.  Perdono pero no olvido

Aplicándolo, hemos aceptado el hecho de no saber perdonar ″del todo″, precisamente porque veo al ofensor tal y como lo percibo, de esta manera tampoco puedo verlo tal  y como es. Todo lo que contemplo es una percepción.

Para ofrecer un perdón de verdad, con absoluta sinceridad y totalmente, tendría que ver al ofensor fuera de la percepción, es decir, más allá de toda interpretación y juicio. En donde se gesta sus motivos de actuación, dentro de las entrañas de su misma Alma. En donde hay un motivo para la expresión  y se revela su verdadera Naturaleza.  

Formamos una idea de la verdad acerca de la otra persona, y es esa verdad la que nos va a empujar a otorgar cierta cantidad de perdón, y olvidar la ofensa dependiendo de su futuro comportamiento. Y tal como le vea su actuación para conmigo, de la misma manera responderé, y contemplaré lo que quiero sea la verdad para que se adapte a la concepción que tengo sobre él. 

Esta es la clase de perdón que mejor se practica para sentirnos ″magnánimos″. Voy a verte hacer lo que  parece acorde a mi verdad sobre ti.  Esto también suele aplicarse en cualquier relación sin mediar ninguna necesidad de perdón. 

Vemos en los demás las facetas que más nos llaman la atención, y justo ahí ya lo hemos etiquetado. 

Juzgamos y pasamos a perdonar o no, de acuerdo a lo que nos ha provocado su argumento, pose o incluso indiferencia en algo.  El propio ofensor, siente asombro en muchos casos de lo que le ha llevado a cometer
el ″delito″.  

El ofensor está llevando su ofensa a cabo desde su fuero interno, de un profundo que le alienta a cometer su acto, y desde ese adentro profundo que no llegamos a ver y conocer nunca, es en donde va a ser enjuiciado.  Aunque todo parece estar claro que lo que ofende es el comportamiento, y a ése acto, es al que tenemos que perdonar o no. Las apariencias engañan. Ninguna muestra externa  daña tanto como el propósito de la misma. 

El verdadero perdón debe estar siempre exento de juicio, algo así, como que no hay nada que perdonar por no existir el pecado.  Puesto que ″realmente″ no sé, cómo eres realmente, y por consiguiente, no te conozco y no puedo perdonarte porque desconozco tu culpa.  No hay nada que perdonar.

El comprender esto equivaldría a que yo tampoco soy dueño de ningún pecado, y me haría ver al otro libre de toda culpa. Ninguno de los dos hemos cometido falta alguna y nos vemos como hermanos.

Libres de pecado y toda culpa. 

Mila Gomez.