sábado, 4 de febrero de 2017

La Petición


En un sueño claramente escuchó.

Hola, María, yo soy, La Voz.
Tengo en Tierra a un anciano que se resiste a partir, posee una dureza en sus sentimientos poco común en el planeta.
No hay nadie que quiera responsabilizarse de él.
Ni lo quieren ni lo necesitan.
Su tiempo expiró y sigue en lucha por mantenerse muerto.
No voy a obligarle a partir y te encontré como alternativa.
Lo voy a enviar a ti.
Deberás recibirlo.

María preguntó a La Voz.
¿Para qué me lo entregas a mí?
¿Qué tengo que ver con su problema?

La Voz dijo.
La resistencia que él tiene a partir es igual a tu dureza por la vida.
Los dos os resistís por lo mismo, al derecho a que la vida fluya. 
Si tú eres flexible él lo será para marchar en paz.

María volvió a preguntar.
¿Qué mejor modo tengo de ver esta nueva situación?

La Voz dijo.
Míralo como un regalo que yo te hago. 












¡Cuánto odió a ese hombre!
Tiene la desfachatez de presentarse en su casa sin previo aviso, y con esa sonrisa burlona que tan despreciable siempre le dirigió.  Anciano y aún queriendo mantenerse joven con ese atuendo deportivo, si hasta su carnet debe de tener arrugas.

Por muy pasados que tenga los ochenta o a punto de morir, nunca le iba a perdonar que no acudiera al funeral de su esposo. Prefirió la caza por una viuda rica que se mofó después de él, cuando fue ella quién lo desplumó.

Nunca la aceptó por ser madre soltera de dos criaturas, que su hijo se casara con ella y responsabilizase de esa familia con amor, fue para él una deshonra. En consecuencia y por desobediencia, el padre castigó al hijo desahuciando de la empresa familiar. Prácticamente sin nada para ofrecer a ese hogar mestizo al que iba a vivir y por el que se alejaba de él.

Durante los tres primeros años se dejaba caer una vez por Navidad para darle un sobre a su pobre hijo, y mirar de reojo y burla a la que consideraba tan distinta de su ideología e idiosincrasia. 

Después quedó viudo y se lanzó a ensalzar su vanidad.

Nunca más supimos de él, salvo por las noticias que su hijo me traía a través de unas hojas de diario con la foto del magnate.

Hablé con él para comunicarle que su hijo había fallecido, solo preguntó la hora, pero equivocó el día.  Hoy no es día de visitas, y menos de una tan desagradable.

¿Cómo iba a perdonar a ese hombre que aunque padre de su marido le negó hasta el respeto? A causa de su dureza tuvieron días de hambre y dolor. No quería verlo y ahora estaba entregándole un sobre, ¡a ella!, y citándole una última secuencia de su vida.

Un cáncer por el que pagó para camuflarlo la herencia de su único hijo y el bienestar de una familia, a duras penas sustentada.

En el sobre estaba la foto de una triste casa que él le entregaba a ella y a sus hijos, a cambio de que se fueran a vivir con él mientras el cáncer marchaba de otra manera. 

Y seguía con la sonrisa burlona, autoritaria y despreciable de siempre. ¡Cuánto lo odiaba, ni vivir feliz le permitió! Si al menos se hubiera interesado por saber qué fue de la familia de su hijo.

No, no, no, decía mientras lentamente le cerraba el paso y la puerta por la que entrara.

Una voz infantil, cantarina y curiosa se colocó entre los dos.
Él preguntó antes de dar el último paso.
¿Quién es?
La mujer contestó.
Es María, la nieta sanguínea de su hijo fallecido.
La niña preguntó al hombre.
¿Quién eres?

Una luz en la mirada dulcificó la sonrisa del anciano, como si toda la soledad y la culpa padecida se hubieran disipado al contemplar a la criatura. Al fin valió la pena descorrer la cortina del orgullo aunque solo fuera por ver los ojos de su hijo en aquella hermosa, ángel, una sola vez. 

¡Hola, María, yo soy (…) tu bisabuelo!

María al observar el rostro de fervor recordó la petición de La Voz.
¿Allí estaba su regalo?
¿Era la pequeña María el lazo de unión, o fue que el Amor hizo acto de presencia?

Los dos tenían que conocerse para entender.
El daño asumido ninguno de los dos lo podía llevar a la tumba. 


***
En ocasiones no entendemos ni el por qué ni el para qué de estar viviendo una determinada y angustiosa situación, nada más hay que comprender que si la vida nos la trajo, es nuestra para mejorarla y convertirla en un regalo. Todo tiene un sentido lógico al que no le debemos dar demasiadas vueltas. ¡Relájate! y observa el acontecimiento como muestra de una elección en la que podría estar tu propia  liberación. 

Gracias. 
Mila Gomez.




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