El bien vivir se complica por no saber calcular su precio.
Nos empeñamos en que los demás cambien de dirección cuando todos tenemos
establecidos un ritmo, y aquel que cambia por la voluntad de otro pierde el
paso y deja de ser el mismo. Y el que cambia porque así lo quiere, vive feliz
sin reprocharle nada a nadie. ¿Cuánto dura la felicidad de quien va por un
camino trazado por los demás?
¡Hasta
nos renovamos a nosotros mismos! ¿Quién no se ha sorprendido alguna vez que
teniendo un determinado sentimiento, algo o alguien no le hizo cambiar de
opción? ¡Si afinamos el orgullo y la pose para dar buena impresión y destacar
ante los demás! Comparaciones son llevadas a un grado de insensatez por
presumir de una veracidad anodina.
Construimos
descontentos hacía alguien creyendo ser castigados, o culpando de un daño que
uno mismo ha causado sin reconocerlo. Nos gustan las quejas y saborearlas con
premeditación, nos auto castigamos, saboteamos y desvalorizamos. Cada cual parece
vivir en un mundo aparte con sus razones de primera mano. Damos importancia a
lo externo, y consumismo la vida en pleitos y disgustos en lugar de extraer su néctar.
Olvidamos
dar las gracias a la vida por su contenido, tan extenso, variado y plenario. Al
planeta Tierra por acogernos tantas veces y permitir que pisemos en ella para
sostenernos. Hemos olvidado que respiramos el aire que el cielo contiene, ese
vacío inmenso que está lleno de oxigeno. Al agua, que a pesar de haberla
desviado de sus cauces continúa deslizándose por nuestras gargantas. ¡A tantas
cosas valiosas que les hemos restado valor!
Creo,
que olvidé cosas importantes las cuales ahora
mantendrían mis emociones estables. La vida es igual de hermosa que mi
reflejo, por algo soy proyectista de mi universo. La vida es el juego más
excitante y divertido en el que nunca nos hubiéramos atrevido a participar por separado,
ha sido idea de todos estar colocados en un determinado puesto de la cancha. Quizás
alguno, no esté alentado con su jugada o recibió pelotas que le no iban
destinadas, o tal vez, no supo devolverlas debidamente. Por suerte, en el mundo
del libre albedrío en el que se vive, se tiene la opción de trasladarse de
equipo y manejar la situación desde y, con otra perspectiva.
Algo
de esto debe estar ocurriéndome, el juego se me fue de las manos y toca reinventarme
para no quedar descalificado. Aún no sé adónde iré a destacar mis aptitudes ni
qué será, lo que me ayude a franquear el pasillo, pero sé, que estoy dispuesto
a encontrar la salida que nivele mis oportunidades. El juego no termina con la
retirada de nadie y yo participo en el juego de la vida.
Mila Gomez
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