Cuando sentimos
o creemos que alguien nos ha ofendido en cualquiera de sus formas, pasamos a
emitir un juicio y por lo general, a
considerar el perdón como vía de liberación. Si perdono o me perdona estoy salvado.
El perdón es
una elección, concederlo o no, es una cuestión del ego y de cómo éste nos
hace sentir la emoción en todo su contexto generado. Qué tanto ha sido el daño.
Percibimos al
ofensor por lo que transmite y refleja
para nosotros un conjunto de personalidad. ¡Eso es todo!, por eso nunca lo voy
a ver tal y como es en realidad, porque siempre elijo lo que quiero contemplar. Y lo que veo en la
persona que me ha ofendido, es una parte de lo que muestra su
apariencia externa, en actos, hechos o dichos. Nada que sea real a su obrar
interno.
El perdón
siempre será parcial, un perdonar carente de la verdad que nos hace creer que
hemos perdonado, y elegir una vía intermedia que resulte más fácil llevarla a
cabo que perdonar la ofensa. Perdono pero no olvido.
Aplicándolo, hemos
aceptado el hecho de no saber perdonar ″del todo″, precisamente porque veo al
ofensor tal y como lo percibo, de esta manera tampoco puedo verlo tal y como es. Todo
lo que contemplo es una percepción.
Para ofrecer un
perdón de verdad, con absoluta sinceridad y totalmente, tendría que ver al ofensor
fuera de la percepción, es decir, más allá de toda interpretación y
juicio. En donde se gesta sus motivos de actuación, dentro de las entrañas de
su misma Alma. En donde hay un motivo para la expresión y se revela su verdadera
Naturaleza.
Formamos una
idea de la verdad acerca de la otra persona, y es esa verdad la que nos va a
empujar a otorgar cierta cantidad de perdón, y olvidar la ofensa dependiendo de
su futuro comportamiento. Y tal como le vea su actuación para conmigo, de la
misma manera responderé, y contemplaré lo que quiero sea la verdad para que se
adapte a la concepción que tengo sobre él.
Esta es la
clase de perdón que mejor se practica para sentirnos ″magnánimos″. Voy a verte
hacer lo que parece acorde a mi verdad sobre ti. Esto también
suele aplicarse en cualquier relación sin mediar ninguna necesidad de
perdón.
Vemos en los
demás las facetas que más nos llaman la atención, y justo ahí ya lo hemos
etiquetado.
Juzgamos y
pasamos a perdonar o no, de acuerdo a lo que nos ha provocado su argumento,
pose o incluso indiferencia en algo. El
propio ofensor, siente asombro en muchos casos de lo que le ha llevado a
cometer
el ″delito″.
El ofensor está
llevando su ofensa a cabo desde su fuero interno, de un profundo que le alienta
a cometer su acto, y desde ese adentro profundo que no llegamos a ver y conocer
nunca, es en donde va a ser enjuiciado. Aunque
todo parece estar claro que lo que ofende es el comportamiento, y a ése acto,
es al que tenemos que perdonar o no. Las apariencias engañan. Ninguna
muestra externa daña tanto
como el propósito de la misma.
El verdadero
perdón debe estar siempre exento de juicio, algo así, como que no hay nada que
perdonar por no existir el pecado. Puesto
que ″realmente″ no sé, cómo eres realmente, y por consiguiente, no te conozco y
no puedo perdonarte porque desconozco tu culpa. No hay nada que perdonar.
El comprender
esto equivaldría a que yo tampoco soy dueño de ningún pecado, y me haría ver al
otro libre de toda culpa. Ninguno de los dos hemos cometido falta alguna y nos
vemos como hermanos.
Libres de
pecado y toda culpa.
Mila Gomez.
Es cierto, perdonamos desde nuestra percepción del yo,sopesando y midiendo el tipo de ofensa. Como bien apuntas,el acto del perdón ha de ser libre de juicios,ese es el perdón de Corazón, donde no hay nada que perdonar,pues el mismo acto del perdón deviene por el ego, mas para el que sabe ver todo es impermanente.. Tu escrito me ha recordado a una bonita reflexión entre Buda y su primo.
ResponderEliminar"Buda tenía un primo perverso,se llamaba Devadatta,siempre estaba celoso y se empeñaba en desacreditarlo.
Un día, mientras Buda paseaba tranquilamente, Devadatta arrojó a su paso una pesada roca con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca cayó al lado de Buda y no le hizo daño. Buda se dio cuenta de lo sucedido pero permaneció impasible, sin perder la sonrisa. Días después, volvió a cruzarse con Devadatta y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido,este le preguntó: ¿No estás enfadado? No, claro que no. Sin salir de su asombro, Devadatta le preguntó el por qué.
Buda le dijo:
Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada" Morsleja; Vivir el Presente. un abrazo Mila
Si por medio se encuentra el juicio también el ego, entonces el perdón nunca es total, la parcialidad lo mantiene "olvidado" pero nunca sanado con el verdadero perdón/amor.
EliminarAlegría me da saber que te recordó el escrito a la bonita reflexión a la que aludes. Me encantó conocerla.
Muchas gracias, Blanca, por dejar tu huella en esta casa.
Eres un encanto.
¡Abrazo grande!!
Totalmente de acuerdo contigo Mila, ...personalmente pienso que es necesario comprender la ofensa de la misma forma, o al menos intentarlo, al mismo tiempo que la empatía es fundamental para llegar a la comprensión,...
ResponderEliminarHermosa y coherente la conclusión a la que llegaste, Norte. Sin empatía, nunca podremos perdonar honestamente. Siempre habrá algo por medio que impida, en este caso, el verdadero perdón para la "ofensa."
EliminarGracias por pasar y dejar tu parecer.
Buen fin de semana;)
El perdón, un gran tema sobre el que trabajar ya que la tendencia ante una ofensa no es precisamente ver más allá de la ofensa en sí misma sin pensar en cómo es la persona o qué le ha impulsado a comportarse de cierta forma. Es muy cierto todo lo que expones, MIla y es como debería ser, llegar a perdonar desde el corazón significa que no hay deudas ni culpas que saldar, significa empatizar con el ofensor y ver más allá de las apariencias. Quien llega a ese punto pienso que ha alcanzado un nivel muy elevado de conciencia. Otra de las cosas que se da ante una ofensa es pensar en la venganza, "ojo por ojo diente por diente" que tampoco resuelve nada, lo único que se consigue es que el bucle sea aún más grande. Creo que si tuviéramos más en cuenta el no quedarnos solo con lo superficial de las personas y ahondar más en cómo son, por qué momentos están pasando para que les lleve a determinadas conductas no habrían tantos conflictos ya que ese mismo entendimiento nos haría suavizar la conducta propia y no emitir juicios ni clasificaciones equivocadas.
ResponderEliminarUn gran texto sobre el que reflexionar, sinceramente creo que nos queda mucho por aprender, como humanos somos imperfectos y todos en algún momento hemos sido los ofensores y no solo ofendidos, así que debemos solicitar el perdón por los actos que hayamos podido infligir a otras personas porque a veces de manera inconsciente o siendo conscientes lo hemos hecho.
Abrazo enorme, corazón bello.
Marina, un comentario de lo más reflexivo y sabio. Captaste la idea, el perdón es la llave para la felicidad, pero como dices, nos falta mucho por aprender. hay que perdonarse a sí mismo para comprender que lo que conocemos como "pecado· es solo una percepción. Si uno se siente libre de culpa, es imposible ver a nadie culpable. Otra paradoja de la vida, mi querida amiga. Nacimos inocentes y conservamos la impecabilidad. Pasa, que es difícil ponerse en la piel del otro, no nos informamos, no nos conocemos bien a nosotros mismos por ende, no conocemos a nadie.
EliminarQué bien lo entendiste, ahora trabajemos para aprender y abrir conciencia. Hya una cosa muy importante, no debemos castigarnos.
Me alegro de que te haya servido para reflexionar, yo lo hago contigo, corazón.
Abrazo enorme a tu ser.