Si hubieran sido capaces de creer, que mi visión provenía de otro ojo más certero, lúcido, clarividente, ligado al abstracto y verdad de acontecimientos venideros, quizás, nuestras vidas serían más dulces. Sin embargo, por haber nacido ciego, causé desconfianza.
En esta última página, resumo lo que durante sesenta años difundí, igual que transmitieron. Ahora, nada nuevo aportaré.
He visto dentro de mí, y en sueños, como el planeta enfermaba, siendo sus hijos encargados de la sanación. Teníamos la oportunidad de invertir el mal, pero era más fácil tirar basura a Madre Tierra, llenándola de estercoleros y mirando para donde no se ve. Se ha vivido sabiendo, y sin dar importancia a lo necesario.
A causa del cambio climático, el hielo congelado por millones de años, se iba derritiendo de los polos; bacterias hibernando comenzaron a despertar, saliendo a través de aberturas, llegando a todos los rincones del planeta. El Espacio empezó a defenderse del tiempo y así, nos lo iba restando para Tierra sanarse, pues no podía morir, todavía es joven. Al parecer, descontentos con lo que pasaba, inconscientes o no, nos masacramos hasta con pensamientos. El amor sigue escurridizo mientras el miedo engorda para mal de todos. Emergieron virus en un clima no suyo eligiéndonos para vivir; acomodándose. Y la Naturaleza sigue avanzando con sus planes.
¿Qué sucede? Las culpas hacen su labor cargándonos de pecados sin haber hecho; ¡nada! Paradójicamente, la culpa pertenece al desorden.
Nos queda ser responsables, y la unión, con esperanza puesta en próximas generaciones.
Microrreto para el Tintero de Oro