Tomás se pronunció.
─ ¡Por supuesto! (..) Hace cinco años cuando Teresa embarazada le fue imposible ocultar su abultado vientre, se despidió de la casa y marchó a vivir donde su hermana, no sin antes sacarme una buena tajada de dinero para los gastos que se le avecinaban. A los pocos meses regresó, venía sin dinero ni trabajo, por tanto, obligó a que la emplease en casa. Me amenazó que de no hacerlo, le contaría a mi esposa todo lo ocurrido en aquella noche nefasta en la que se me entregó, según ella forcé, y que, a razón de la imprudencia tenía un hijo conmigo. Tuve que convencer a mi esposa de que necesitábamos de sus servicios como segunda niñera. Aquí donde ve, la muy mezquina, aprovechando la amenaza de descubrirlo a mi familia, obligaba a entregarle dinero cada vez que le apetecía, para los gastos del hijo mutuo, se suponía, pero me ocultó que estaba muerto. Sospeché cuando le insistí en conocer al crío y se negaba una y otra vez. Por tal motivo, sin previo aviso un día decidí ir a conocerlo a casa de su hermana, debería contar tres años cumplidos. Allí me enteré, había fallecido con seis meses de tiempo. Me sentí timado, ridículo, y con una rabia inexplicable que, una vez de vuelta a casa y verla, la obligué a confesar, y no sabe usted, lo que salió por su boca. ─ Tomás sonrió recordando la oportuna e increíble confesión de la niñera, y continuó con un deje de sorna.
─ ¡Por supuesto! (..) Hace cinco años cuando Teresa embarazada le fue imposible ocultar su abultado vientre, se despidió de la casa y marchó a vivir donde su hermana, no sin antes sacarme una buena tajada de dinero para los gastos que se le avecinaban. A los pocos meses regresó, venía sin dinero ni trabajo, por tanto, obligó a que la emplease en casa. Me amenazó que de no hacerlo, le contaría a mi esposa todo lo ocurrido en aquella noche nefasta en la que se me entregó, según ella forcé, y que, a razón de la imprudencia tenía un hijo conmigo. Tuve que convencer a mi esposa de que necesitábamos de sus servicios como segunda niñera. Aquí donde ve, la muy mezquina, aprovechando la amenaza de descubrirlo a mi familia, obligaba a entregarle dinero cada vez que le apetecía, para los gastos del hijo mutuo, se suponía, pero me ocultó que estaba muerto. Sospeché cuando le insistí en conocer al crío y se negaba una y otra vez. Por tal motivo, sin previo aviso un día decidí ir a conocerlo a casa de su hermana, debería contar tres años cumplidos. Allí me enteré, había fallecido con seis meses de tiempo. Me sentí timado, ridículo, y con una rabia inexplicable que, una vez de vuelta a casa y verla, la obligué a confesar, y no sabe usted, lo que salió por su boca. ─ Tomás sonrió recordando la oportuna e increíble confesión de la niñera, y continuó con un deje de sorna.
─ ¡Ah! Entonces tuve mi momento de desagravio, amenacé con contar su argucia y desatino a todo el pueblo para que la
despreciaran, y tuviera que marchar con una mano atrás y otra adelante a no ser,
que fuera menos arisca y sí, más cariñosa conmigo cuando estuviéramos a solas. Dos años hasta la fecha en que sospecho le gustaba tratarme con mucho gusto y mejor servicio, dinero recibía el que pedía. Su engaño y robo, que considero inmerecido, no se lo perdonaré, ahora para colmo quiere robarme la salud de mi
hijo Blas.
Pascual no perdió tiempo en proponer, se
hacía imperativo terminar cuanto antes.
─ Habla Teresa. ¿Qué tienes que justificar al
respecto?
─ Su esposa acababa de darle el quinto hijo.
Nació con un grave problema respiratorio, la falta de dos dedos de la mano
izquierda y una piernecita más delgada que la otra. Todos pensamos que moriría
al poco. Por entonces yo era la niñera, al pequeño me lo pasaron a mi cuarto
para atenderlo casi sin descanso, lloraba a menudo y parecía ahogarse con cada
lágrima, yo apenas dormía. Tomás llevaba
muy mal eso de que uno de sus hijos no fuera normal, según decía. Empezó a
beber más de la cuenta. Una de esas noches con borrachera fue al cuarto a ver
al niño, el pequeño Blas dormía y yo estaba dormitando en la cama. Empezó a
pronunciar su nombre, despacio pero seguido. Blas, Blas, papá viene a verte. Encendí un quinqué, me interpuse en
su camino hacia la cuna, le sujeté por los brazos y le dije que se fuera, el
niño tenía que dormir había pasado el día con fiebre. Chiss, cállese don Tomas, va a despertar a Blas. Me amonestó severamente y enfadó, o quiso
aprovecharse de su posición de amo. El caso es, que sacó fuerzas de la
borrachera y me sujetó con una mano por la cintura, la otra la colocó detrás de
mi cuello. Empezó a olisquear, a
besarme, echarme su fétido aliento sobre la cara, el muy cerdo. Lidié por
desprenderme de sus brazos, en silencio, utilicé mis pies para darle una patada
y debí habérsela dado más fuerte, pero temía que gritase y despertase al niño,
o que se produjera un escándalo en la casa.
Entonces él me pegó una bofetada que partió mi labio. ─ Inclinó un poco la cabeza en un recuerdo nada grato y prosiguió.
─ Si, tal vez pude haberlo evitado, el que me condujese hasta la cama y despojase de la ropa, supongo que me dio más miedo la consecuencia de despreciarlo a que me hiciera suya. Ya imaginas el resto Pascual, quedé preñada.
─ Si, tal vez pude haberlo evitado, el que me condujese hasta la cama y despojase de la ropa, supongo que me dio más miedo la consecuencia de despreciarlo a que me hiciera suya. Ya imaginas el resto Pascual, quedé preñada.
Después de una breve pausa cortante, Tomás habló mirando con falsa condescendencia a
Teresa.
─ Esperaba que contaras toda la verdad, Teresa,
al no hacerlo me veo en la obligación de ser yo quien lo haga. En primer lugar, según tus palabras afirmas que accediste por
voluntad propia a la entrega, confesión que me resta culpa. Aquella noche tuve un momento de debilidad que nunca debió acontecer.
Además creo, que a partir de entonces tu
vida no fue tan penosa, tenías ahorros a mi costa y siempre tuviste la
oportunidad de marchar. Y eso que
ocultas se lo voy a aclarar al caballero ahora mismo.
Pascual tomó la palabra antes de que sus
temores de perder a la mujer que creía amar, se vieran reforzados si continuaba
disertando Tomás.
─De todas formas usted se aprovechó de ella
después de enterarse de la muerte del niño, según dice fueron dos años, es usted un canalla sin escrúpulos.
Que le diese dinero durante tres años, bien valió la deshonra y el disgusto que
le causó. Debió ser muy duro para ella, tan joven, sabiéndose madre soltera de
cuyo hombre era inalcanzable. Y el temor de verse sin trabajo ni respeto eso le pesaba mucho.
Teresa en su impaciencia por finalizar el
diálogo que preveía la perjudicaría, sonreía nerviosa, intentando aparentar una
seguridad de la que carecía. Recuperó la calma a duras penas y con autoridad,
habló a su compinche de fechorías.
─ Pascual, tienes que bajar de inmediato para
actuar en el teatro de las sombras, esperan a Tomás para ello, si no va,
subirán a ver qué pasa. Ten, ponte esto, nadie notará la diferencia, y
reproduce cualquier imagen que sepas o recuerdes haber visto. ─ Le alargó la gabardina y el sombrero de Tomás,
y con miedo a que su plan se fuera al traste a punto de ser conseguido,
apremió. ─ Hazlo rápido, no queda mucho tiempo.
Tomás intentó ganar ese tiempo que le
beneficiaba.
─ Espere
hombre, no sabe lo mejor. Si
amenacé con echarla de casa y contarle a todo el pueblo el embuste si no
accedía a mis deseos, se debió a su confesión de que el niño no
era mío, sino de un novio que por entonces tuvo, perteneciente a otro lugar y
que la abandonó al enterarse del embarazo. Yo había creído que el crío era mío por
haber nacido antes de tiempo. Creo, que ahora lo sabe todo, actúe en
consecuencia.
Atravesando a Teresa con una mirada de
silenciosos reproches, Pascual se dirigió a la salida con las prendas puestas
de Tomás. Dispuesto a
llevar a cabo su último trabajo delictivo. Pensando en quedarse con todo el
dinero del botín.
─ Tápale la boca, Teresa. Conminó.
Mientras procedía a obedecer, escuchó que
Tomás decía a la mujer.
─ Cómo puedes hacerme esto Teresa, ese dinero que quieres llevarte bien
sabes que lo iba a invertir en la curación de mi hijo Blas, hay un hospital en un lugar más cálido con
médicos que mejorarán su salud. No tenéis derecho a robarme, te di todo lo que
me pediste.
Pascual cogió por sorpresa a Teresa, le tapó
la boca con su cachirulo y ató al lado de su amante. Atados junto a sus
culpas, y él, procuró pensar que se liberaría del mismo pecado.
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