Alfred y Thor
Los
hermanos Alfred y Thor, son dos jóvenes mininos que viven solos la mayor parte
del año en el garaje de una casa grande y bonita. Sus humanos vienen a menudo y
entretanto yo me cuido de visitarlos y ponerles alimento. Salimos los tres a
pasear por los extensos campos de fresca hierba que les gusta de comer para
limpiar sus intestinos [eso es lo que me dicen]. También se detienen a beber
agua de la piscina y se quedan embobados viéndose reflejados en el agua.
Si no
tienen un día festivo de juegos y persecuciones [extraño en ellos], sentados en
el banco de piedra dialogan conmigo, casi siempre, de cómo extrañan a la humana
que consideran su mamá gata. Me emociona el que podamos entendernos. También,
cuando les toco el claxon del coche anunciando mi llegada, y se acercan a recibirme dando unas lengüetadas en las
manos a modo de calurosa bienvenida al acariciarles la barbilla. Les gusta mis
caricias y a mi sus ronroneos.
Alfred y
Thor son inseparables, Alfred es el más
atrevido y el que de tanto en tanto, se extravía durante horas a la caza de
algún ser inquieto que amedrenta por la casa y los prados de su propiedad. Thor
se queda intranquilo esperando a su hermano en la puerta del garaje, sale y
entra nervioso por la gatera sin saber si salir en busca de su hermano o
esperarlo.
─Tarda
mucho. Me comenta.
─Si. Le
contesto; ¿Qué quieres hacer Thor?
─Iré
adentro a tumbarme, quizás me venga un sueño.
Al menos faltan
quinientos metros, y ya huele a su hermano avanzar eufórico por entre la maleza
y la fresca hierba. A veces sale a su encuentro, otras lo espera ceñudo y le
amonesta.
─No me
dejes solo tanto tiempo, si te atacan no estoy para defenderte.
Alfred entra orgulloso y empieza a comer, como de costumbre, él es el primero en degustar, luego, Thor le imita.
Alfred entra orgulloso y empieza a comer, como de costumbre, él es el primero en degustar, luego, Thor le imita.
Un día, el
valiente Alfred se puso enfermo, según el médico, a causa de los pesticidas con los que se abonan los campos y conjuntamente,
las hierbas que comía. Tuvo que ser ingresado durante cuatro días, los mismos
que Thor pasó triste y preocupado por su
hermano sin salir de festejos. Yo le acariciaba con las dos manos por debajo de
la barbilla, y él quedaba extasiado mientras entonaba su melodía. Se olvidaba
de todo para sentir mi contacto, yo entonces recibía su gracia de permitirme
consolarle. Pasan unos segundos desde que le retiro las manos y aún sigue algo
lelo, imagino que se está situando en el presente. Me dice.
─Ufff ¿Tú sabes adónde iba?
─Ja ja ja
Cuando
Alfred estuvo de vuelta, Thor lo recibió de la misma manera que se recibe el
mejor regalo de la vida.
Pronto se
dio cuenta que Alfred venía debilitado y flaco. Los juegos y cacerías tendrían
que posponerse, y él, no iba a dejar solo a su hermano ni un momento. Decidió
que lo cuidaría junto a mi ayuda. Además, a él no le iba mucho ir de escapadas,
prefería llevar una vida casera, dentro del garaje vivienda y las extensiones
de sus parcelas. No quería problemas con los gatos de la zona por querer
entablar amistad con las gatas.
─Si nuestra
humana estuviera aquí. Me decía con nostalgia.
─Pronto
vendrá. Le contestaba yo. ─Ahora me tienes a mí, y Alfred se pondrá bien en
unos días.
A medida
que Alfred se restablecía, ganaba en ganas de jugar y subirse a los árboles.
Thor le reprendía y se dirigía a mí con la misma retahíla.
─Si
nuestra humana estuviera aquí.
Casi en
plena forma, Alfred decidió que estaba listo para ir de conquistas. Se lo
comunicó a su hermano y pidió que le acompañara. Thor, reacio, vacila y le
recuerda que continúa convaleciente.
─Mejor lo
dejamos para otro día. Vayamos a descansar sobre los cojines del banco de
piedra.
A lo que
Alfred le contestó.
─Si no
quieres venir te puedes quedar. Quiero saludar a los gatos vecinos.
Acto
seguido salió corriendo y Thor maulló.
─Espérame
que voy contigo.
Viéndoles
alegres como antaño, marché y regresé al día siguiente.
─Hola
Alfred. ¿Dónde está tu hermano?
No me
contestó y se puso despacio a caminar. Le seguí sin decir nada y dimos un
paseo. A la vuelta nos sentamos en el banco y le acaricié el lomo mientras
tanteaba su recuperación. Comprobé que le faltaba la venda que tapaba una
herida de la pierna, además de tener algún que otro rasguño. Volví a preguntar
por Thor y volví a recibir su silencio.
Durante cuatro
días los mismos paseos, las mismas preguntas por su hermano y el mismo
sospechoso silencio.
Preocupado
por la desaparición de Thor, me puse a buscarlo por mi cuenta sin encontrarlo. Alfred
estaba más triste y serio que nunca. Al fin, entre caricias y palabras
alentadoras le sonsaqué la verdad que aquí resumo.
* Cuando la
última vez se fueron juntos estando Alfred falto de agilidad, zigzagueando por
los árboles y enredados en los matojos, les corta el paso una feroz raposa.
Alfred, el atrevido, iba delante de su hermano y en consecuencia, el primero en
toparse con la acechadora. Thor quedó paralizado por el miedo, unos segundos,
hasta percartarse que su querido hermano estaba a punto de perderse en las
fauces de aquel horrendo abyecto sin escrúpulos. Lo vio, con toda la debilidad
que nunca tuvo y ahora por su flaqueza, lo poseía y atenazaba erizándole hasta
los pelos del bigote. Thor pensó que Alfred no estaba listo para el combate con
semejante desventaja, acostumbrada a ganar todas las batallas. O moría él, o
moriría su hermano. Aquellos pensamientos y emociones surgidos en menos de
contar una palabra, fueron lo suficiente convincentes para que Thor, de un ágil
salto cayera encima de la raposa, interponiéndose al ataque mortal. Alfred
aprovechó para escapar tambaleándose con sus débiles piernas y enredándose con
el espliego. De repente se acordó que a manos del enemigo dejó a su mejor amigo
y único hermano. Se acercó arrastrándose sin hacer ruido y lo que vio, le heló
el corazón. Su hermano estaba siendo la victoria de la raposa y él nada podía
hacer para ayudarle. Se sintió más enfermo que nunca y cabizbajo regresó a
casa.
Alfred se
ha quedado solo y ahora es él, el que añora a su humana gata, no deja de
preguntarme por ella y de cómo le gustaría estar en su compañía. Su energía se
ha debilitado y apenas come. De vez en cuando sus maullidos reflejan desolación
por la pérdida de su hermano y triste me confiesa que quiere estar con su
humana, ya no tiene ganas de jugar con sus amigos vecinos y temo, que vuelva a
recaer. Abrigo la fatalidad de que si no se va a la ciudad a vivir con su
familia, morirá de tristeza o consumido por la raposa. El valiente Alfred ha
dejado el calificativo en el recuerdo de Thor, su querido hermano. Y él, vive
sintiéndose de algún modo, parte de lo que representaba Thor.
─ Te
prometo que haré cuanto pueda para que estés con ella. Le aliento y consuelo.
* Alfred
vive ahora en la gran ciudad, con su querida humana y en una casa mucho más
pequeña. ¡Pero qué acogedor resulta vivir con tanto cariño! A pesar de haberse
tenido que acostumbrar a vaciar sus intestinos en una pequeña caja llena de
tierra, y comer las hojas de las plantas que decoran su nueva vivienda
Pero se va de vacaciones a menudo a la casa de campo, y todo es novedad. La vida continua.
─Ahhh,
¡que feliz soy! Me dice cuando voy a verlo.
©Mila Gomez
Fotografías cedidas por Rosa M. Panadés
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