Me mostraron...
Observé
y escuché...
Sentí
que estaba siendo yo...
Y
lo supe.
Tres
vidas atrás, allí me remonto y en el mismo lugar en donde me he vuelto a parar
ahora, en este presente de interrogantes y filosofías. Y así, de esta manera
viví aquella historia junto a los mismos transeúntes que a diario me cruzo, de
nuevo aquí, en lagunas.
Otrora
cometí errores graves causando dolor y
aflicción, hay que saldar las cuentas del caballero que fui. Retribuir mis pagos allá en
dónde mis vuelos nacientes me posaron con cariño, y unas heridas tienen que
sanar.
Edad
Media, primeros años del siglo XIII. Siendo Maestre Templario acudo a
Lagunas con un escudero. El pueblo natal y en el que residía mi familia era
cercano y pertenecía a la misma provincia,
conocía bien los caminos y a unos cuantos
asaltantes aviesos de botín y fechorías, lo que daba preferencia a que
fuera yo, encargado de cumplir con la misión.
A unos ciento veinte kilómetros
aproximadamente de Lagunas, se descubrió una pequeña cueva con la imagen de una
virgen adentro. Devotos, que por entonces necesitados de fe acudían a adorar
las milagrosas apariciones, empezaron su peregrinar atravesando la comarca
deteniéndose por los pueblos próximos.
La
Orden del Temple conocía a los regentes del castillo de Lagunas, me enviaron
allí para proteger, y conducir hasta la
cueva a los peregrinos que pasaban por allí. No
fueron muchos y éstos distanciados a los que amparé, una larga temporada que
permitió realizar mi trabajo y conocer a los habitantes que encantados con mi
comparecencia, me otorgaron la oportunidad de ayudar de mil maneras diferentes
y consuelos, era para ellos un valiente ejecutor de los designios del Señor.
Entretanto
me hospedaba en la casa castillo de Lagunas, allí los ilustres y distinguidos
comerciantes celebraban reuniones sociales de diferentes índoles, algunas
amenizadas con suculentos banquetes y distracciones. En la primera reunión
oficiada a la que asistí conocí a María, acostumbrada a pasar frecuentes
temporadas en Lagunas visitando a sus familiares, coincidí en una de sus
estancias. La acompañaban su esposo y una hermanastra, Marcela. Nuestros ojos
se encontraron al unísono y por segundos desaparecieron las demás caras y
decorado, no supimos como reaccionar y agachamos la vista al suelo, igual a
descubiertos en medio de un pecado.
Siempre
tuve claro lo que significaba mi cargo y
gustoso y en aceptación desempeñaba, nunca planteé la posibilidad de
enamorarme, ni siquiera imaginaba pudiera existir un ser tan bello dotado de
voz y cuerpo, no obstante fue conocer a María y descubrir al instante el amor
en su persona, a ella le pasó lo mismo. La situación comprometida en los dos es
bastante obvia, ligada a la separación de nuestro cada día más ardiente y
acelerado amor.
María pertenecía a la clase señorial, era observada
por mil ojos y maneras diferentes, fuese donde fuese era el foco de atención.
Por mi parte sucumbir a su amor significaba perder la vida, uno de los votos
que juré obedecer a la Orden fue la castidad. Sin embargo, ¿Cómo negar,
ocultar, y apartar ese amor descubierto sin escucharlo ni entregarse a él,
cuando todos los poros del corazón estaban abiertos a la entrega? Era una
locura que nos hacía enrojecer de pasión e impotencia.
Un
día el azar y las coincidencias nos dejaron a solas para que nuestros sentimientos se encontraran
y conociesen, a partir de entonces nos fue imposible negar la tentación del
amor, y nos entregamos el uno al otro pese a todo pronóstico funesto. Los
encuentros eran preparados con la complicidad de su hermanastra Marcela, en una
de las casas vacías de la familia.
Nos
amamos con la desesperación de quien sabe ha de terminar la expresión sublime
de semejante amor a destiempo. Nuestros cuerpos y Almas expresaban su voluntad
hasta en el más íntimo rincón olvidado. Llegamos a amarnos hasta en la
imaginación.
Había
en Lagunas un hombre aburguesado, taciturno y solitario enamorado en secreto de
María, si bien no para ella que
cansada de rechazarlo y deseando alejarlo de su vista, le había amenazado con
contárselo a su esposo si volvía a molestarla. Éste, viendo el peligro que
corría si se llevaba a cabo la amenaza de María, optó por alejarse de ella sin dejar de acechar sus pasos;
pendiente de ella conformó su desdeñado amor.
Olvidados
de él, pendientes el uno del otro nos centramos en nuestro amor y furtivos
encuentros. El hombre que no la perdía de vista mientras podía, nos descubrió e
ideó un plan de venganza para su amor enfermizo. Se propuso robarme los hábitos
de Templario, y en la oscuridad de la alcoba pasarse por mí ante María que
sería al fin, como anhelaba, suya en carne.
Así
fue que al entrar en la casa de los encuentros me esperaba espada en mano, y
lógicamente tuve que defenderme. En plena absurda lucha entró María y Marcela,
la entrada de las mujeres bajó mi guardia y el adversario aprovechó para
herirme en un costado. Acto seguido encaminó sus pasos por entre las mujeres y
salió herido de rabia. Marcela aconsejó a María se quedara a mi lado mientras
ella iba a buscar ayuda. El secreto fue manifiesto.
El
castigo que se impuso al osado fue el máximo que en aquella época se esperaba,
lo empalaron. En cuanto a mí, la Orden no se privó de castigarme de palabra y
obra, eso sí, se me perdonó la vida. Fui expulsado de la Orden durante varios
años y me exilié en otra provincia, allí rehíce mi vida al lado de Inés, una
mujer a la que quise mucho y a la que no tuve tiempo de amar mejor. La Orden me
encontró y volví a ser admitido, exactamente fui obligado a ocupar un rango
inferior al antepuesto, era el pago por habérseme perdonado la vida en otro
momento. Abandoné
a Inés sin saber ella el motivo.
María
quedó tan afectada, que poco le importaron las represalias que asumió con
sinceridad ante su esposo, confesando nuestro amor.
La
riqueza, la religión y la posición que ostentaba, hicieron que fuera perdonada, olvidado el adulterio y siguiera con su vida atada a los intereses
comunes de ambas familias, empero, debajo de las sonrisas se ocultaban desavenencias y juicios envenenados.
El
corazón nos quedó desgarrado y ya nada importaba como íbamos a vivir a partir
de entonces. Los cauces a los que desembocaron los respectivos destinos fueron
alterados por nuestro acto, dejando secuelas que tarde o temprano se tuvieron
de enderezar sin estar nosotros presentes ni juntos.
***
Lagunas es significativo y
especial
a mi memoria celular, fue aquí que
conozco a Francisco. Su mirada
honesta
se posó sobre mis ojos como si me
hubiese reconocido de otra vida aún
más ancestral. Los dos estábamos de paso,
él tenía la misión de salvador de Almas
que
cumplía a la perfección. Tuve el
gratificante honor de verle y deleitarme
con sus oratorias y subliminales
mensajes, además de contar con
su compañía en
algunas
de las escoltas a peregrinos que realice.
Desde aquella su última vida
terrenal,
es Compañero Espiritual de mis
Hoja del diario de; "Un viajero en el tiempo"
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