En un
sueño claramente escuchó.
Hola,
María, yo soy, La Voz.
Tengo en Tierra a un anciano que se resiste a partir, posee una dureza en sus
sentimientos poco común en el planeta.
No hay
nadie que quiera responsabilizarse de él.
Ni lo
quieren ni lo necesitan.
Su
tiempo expiró y sigue en lucha por mantenerse muerto.
No voy a
obligarle a partir y te encontré como alternativa.
Lo voy a
enviar a ti.
Deberás
recibirlo.
María
preguntó a La Voz.
¿Para
qué me lo entregas a mí?
¿Qué
tengo que ver con su problema?
La Voz
dijo.
La
resistencia que él tiene a partir es igual a tu dureza por la vida.
Los dos
os resistís por lo mismo, al derecho a que la vida fluya.
Si tú
eres flexible él lo será para marchar en paz.
María
volvió a preguntar.
¿Qué
mejor modo tengo de ver esta nueva situación?
La Voz
dijo.
Míralo
como un regalo que yo te hago.
¡Cuánto
odió a ese hombre!
Tiene la
desfachatez de presentarse en su casa sin previo aviso, y con esa sonrisa
burlona que tan despreciable siempre le dirigió. Anciano y aún queriendo mantenerse joven con
ese atuendo deportivo, si hasta su carnet debe de tener arrugas.
Por muy
pasados que tenga los ochenta o a punto de morir, nunca le iba a perdonar que
no acudiera al funeral de su esposo. Prefirió la caza por una viuda rica que se
mofó después de él, cuando fue ella quién lo desplumó.
Nunca la
aceptó por ser madre soltera de dos criaturas, que su hijo se casara con ella y
responsabilizase de esa familia con amor, fue para él una deshonra. En
consecuencia y por desobediencia, el padre castigó al hijo desahuciando de la
empresa familiar. Prácticamente sin nada para ofrecer a ese hogar mestizo al
que iba a vivir y por el que se alejaba de él.
Durante
los tres primeros años se dejaba caer una vez por Navidad para darle un sobre a
su pobre hijo, y mirar de reojo y burla a la que consideraba tan distinta de su
ideología e idiosincrasia.
Después
quedó viudo y se lanzó a ensalzar su vanidad.
Nunca
más supimos de él, salvo por las noticias que su hijo me traía a través de unas
hojas de diario con la foto del magnate.
Hablé
con él para comunicarle que su hijo había fallecido, solo preguntó la hora,
pero equivocó el día. Hoy no es día de
visitas, y menos de una tan desagradable.
¿Cómo
iba a perdonar a ese hombre que aunque padre de su marido le negó hasta el
respeto? A causa de su dureza tuvieron días de hambre y dolor. No quería verlo
y ahora estaba entregándole un sobre, ¡a ella!, y citándole una última
secuencia de su vida.
Un
cáncer por el que pagó para camuflarlo la herencia de su único hijo y el
bienestar de una familia, a duras penas sustentada.
En el
sobre estaba la foto de una triste casa que él le entregaba a ella y a sus
hijos, a cambio de que se fueran a vivir con él mientras el cáncer marchaba de
otra manera.
Y seguía
con la sonrisa burlona, autoritaria y despreciable de siempre. ¡Cuánto lo
odiaba, ni vivir feliz le permitió! Si al menos se hubiera interesado por saber
qué fue de la familia de su hijo.
No, no,
no, decía mientras lentamente le cerraba el paso y la puerta por la que entrara.
Una voz
infantil, cantarina y curiosa se colocó entre los dos.
Él
preguntó antes de dar el último paso.
¿Quién
es?
La mujer
contestó.
Es
María, la nieta sanguínea de su hijo fallecido.
La niña
preguntó al hombre.
¿Quién
eres?
Una luz
en la mirada dulcificó la sonrisa del anciano, como si toda la soledad y la
culpa padecida se hubieran disipado al contemplar a la criatura. Al fin valió
la pena descorrer la cortina del orgullo aunque solo fuera por ver los ojos de
su hijo en aquella hermosa, ángel, una sola vez.
¡Hola,
María, yo soy (…) tu bisabuelo!
María al
observar el rostro de fervor recordó la petición de La Voz.
¿Allí
estaba su regalo?
¿Era la
pequeña María el lazo de unión, o fue que el Amor hizo acto de presencia?
Los dos tenían que conocerse para entender.
Los dos tenían que conocerse para entender.
El daño
asumido ninguno de los dos lo podía llevar a la tumba.
***
En ocasiones no entendemos ni
el por qué ni el para qué de estar viviendo una determinada y angustiosa
situación, nada más hay que comprender que si la vida nos la trajo, es nuestra
para mejorarla y convertirla en un regalo. Todo tiene un sentido lógico al que no le debemos dar
demasiadas vueltas. ¡Relájate! y observa el acontecimiento como muestra de una
elección en la que podría estar tu propia
liberación.
Gracias.
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