Jugaban al fútbol dos equipos considerados buenos
rivales en la profesión. El partido lo estaban emitiendo por televisión y en
el bar de Claudio, disfrutaban los fans de los dos equipos, a cada quién con su
color. Había más gente de lo habitual y los camareros no paraban de servir
bebida.
La caja iba bien y todos los asistentes estaban contentos hasta que se emitió el primer gol, ahí empezó una pequeña piña a desentonar. La piña se agrupaba o separaba según los goles y maneras de lograrlos, ¡pero era normal! Estaban acostumbrados y contentos con el ambiente festivo y disputado, y al terminar el partido excepto los menos fiesteros, se tomaban una copa juntos mientras seguían con sus disputas. Eran gente del barrio, conocidos la mayoría.
Claro que a la confianza, si añades una sobredosis de estímulos producidos por el efecto de la victoria o derrota que van viéndose en el transcurso del partido, puede que se altere una frase y sea la confianza la que mata si alguien no tiene suficiente cordura.
Una de las mesas ocupada por dos hombres jóvenes, más que ver el partido se entretenían con sus tertulias de amigos, reían de sus conquistas en tono bajo sin poder evitar molestar de tanto en tanto, a los colegas de la otra mesa. Seguían hablando y uno de los jóvenes refiriéndose a una chica dijo, que tenía el pelo como una mora. Dicho justo cuando metieron otro ruidoso gol, y uno de los colegas de al lado, ya molestado anteriormente, a causa de los aplausos fanáticos solo pudo escuchar de la mesa vecina la palabra mora.
Ese hombre colega se llamaba Color, y tenía por novia a una mujer de origen musulmán. Puede que no se considerase racista, pero si consideró que el joven que pronunció la palabra mora si lo era, o bien Color mezcló ese ideal con el gol que no quería, el fútbol tiene a veces esa maestría, la de embotarnos la cabeza. El caso es que a Color, la simple mención de mora le dolió como si le hubieran hecho una ofensa, se levantó furioso llevando un botellín de cerveza en la mano.
Se avecinaba una pelea y hubo levantamientos de manos y voz, malentendidos que no se entendían. Se hizo una especie de corrillo alrededor de los peleantes, con el amago de separarles o seguir de reojo el partido. Se gestaban apuestas internas.
¡Qué suerte! La sangre no circuló ni hubo graves incidentes, había en el bar alguien que no había perdido el control del día ni situación, el dueño del bar, Claudio, esa noche era de caja y buen servicio y no había tiempo de enfrascarse con la bobada del fútbol. Tomó a buen acierto la situación y cuando dieron las explicaciones el joven, y el colega Color.
Resultó ser;
Que el joven al decir que la chica de la que hablaba con su amigo tenía el pelo como una mora, se refería a que tenía el pelo tan rizado y negro como la mora de la zarzamora.
Mila Gomez
La caja iba bien y todos los asistentes estaban contentos hasta que se emitió el primer gol, ahí empezó una pequeña piña a desentonar. La piña se agrupaba o separaba según los goles y maneras de lograrlos, ¡pero era normal! Estaban acostumbrados y contentos con el ambiente festivo y disputado, y al terminar el partido excepto los menos fiesteros, se tomaban una copa juntos mientras seguían con sus disputas. Eran gente del barrio, conocidos la mayoría.
Claro que a la confianza, si añades una sobredosis de estímulos producidos por el efecto de la victoria o derrota que van viéndose en el transcurso del partido, puede que se altere una frase y sea la confianza la que mata si alguien no tiene suficiente cordura.
Una de las mesas ocupada por dos hombres jóvenes, más que ver el partido se entretenían con sus tertulias de amigos, reían de sus conquistas en tono bajo sin poder evitar molestar de tanto en tanto, a los colegas de la otra mesa. Seguían hablando y uno de los jóvenes refiriéndose a una chica dijo, que tenía el pelo como una mora. Dicho justo cuando metieron otro ruidoso gol, y uno de los colegas de al lado, ya molestado anteriormente, a causa de los aplausos fanáticos solo pudo escuchar de la mesa vecina la palabra mora.
Ese hombre colega se llamaba Color, y tenía por novia a una mujer de origen musulmán. Puede que no se considerase racista, pero si consideró que el joven que pronunció la palabra mora si lo era, o bien Color mezcló ese ideal con el gol que no quería, el fútbol tiene a veces esa maestría, la de embotarnos la cabeza. El caso es que a Color, la simple mención de mora le dolió como si le hubieran hecho una ofensa, se levantó furioso llevando un botellín de cerveza en la mano.
Se avecinaba una pelea y hubo levantamientos de manos y voz, malentendidos que no se entendían. Se hizo una especie de corrillo alrededor de los peleantes, con el amago de separarles o seguir de reojo el partido. Se gestaban apuestas internas.
¡Qué suerte! La sangre no circuló ni hubo graves incidentes, había en el bar alguien que no había perdido el control del día ni situación, el dueño del bar, Claudio, esa noche era de caja y buen servicio y no había tiempo de enfrascarse con la bobada del fútbol. Tomó a buen acierto la situación y cuando dieron las explicaciones el joven, y el colega Color.
Resultó ser;
Que el joven al decir que la chica de la que hablaba con su amigo tenía el pelo como una mora, se refería a que tenía el pelo tan rizado y negro como la mora de la zarzamora.
Mila Gomez
Primero te sentarás en la hierba,
un poco retirado de mí, yo te miraré
de reojo y tú no dirás nada.
Las palabras son fuente de
malentendidos.
"Antoine de Saint Exupéry " (El Principito)
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