Un hombre cualquiera
Notaba una atípica debilidad en la cubierta de color que cubría mi
cuerpo, sospeché que la influencia procedía del nubloso tinte que respiraba como
aire, una mezcla ácida, provocada por la abruma de las indolencias terrenales y
un pavoroso paquete de silenciosas palabras flotando por el aire. La claridad
oscurecía y vacilaba.
Estoy suspendido en una realidad que posee un aura para la que no
encuentro calificativo, por lo que percibo un ineficaz diccionario de ofertas. Dicen
de dejar las cosas al azar, empero, ¿qué significa eso? Tiende a sugerirme otra ambigüedad. Siempre viví con lujos y alegría las
Navidades pasadas, ¡Gente querida cantando villancicos mientras los
niños tocaban las panderetas y jugaban!
Tenía un buen empleo y bonita casa, de todo me expropiaron. Mi
esposa y nuestros dos hijos se han ido a vivir a casa de mis suegros. Yo finjo para
ellos estar en otra ciudad a la espera de un nuevo hogar y trabajo, ¿me creerán cuando les digo que estoy a punto de conseguirlo?
Entretanto busco en los contenedores y mendigo la comida del día, y hoy, Noche Vieja y última del año, con uno de mis mejores trajes a
la espera de que me sirvan en un centro social una comida adecuada a la fecha,
junto a otros rostros tristes que tratan de olvidar. ¿Es el azar esto? ¿Es la
sociedad?
Mila Gomez.
Mila Gomez.
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