Casi le igualaba en estatura, una buena moza capaz de enamorar a quien
se propusiera.
Fue en la primavera pasada cuando la conoció en Gea, enviada allí para
cuidar de una parienta enferma de su señora.
Él paseaba próximo al lavadero municipal y escuchó las alegres conversaciones de las lavanderas, se detuvo, tímidamente se acercó con precaución de no ser visto. En lo primero que se fijó fue en las protuberantes caderas de Teresa que, encorvada por la cintura, las movía con grácil descaro al son de sus musculosos brazos desnudos, restregando la ropa.
Esperó a que terminara y quedase sola para interceptarla.
Él paseaba próximo al lavadero municipal y escuchó las alegres conversaciones de las lavanderas, se detuvo, tímidamente se acercó con precaución de no ser visto. En lo primero que se fijó fue en las protuberantes caderas de Teresa que, encorvada por la cintura, las movía con grácil descaro al son de sus musculosos brazos desnudos, restregando la ropa.
Esperó a que terminara y quedase sola para interceptarla.
─Perdone el atrevimiento.
Dijo inclinando la cabeza con el sombrero en la mano. Una dama tan
elegante como usted debería tener criada que acarrease con ese pesado cesto.
Mirándole con altivez contestó.
─ Creo que sus ojos no ven
del todo bien. ¿Acaso no se ha fijado en el desgastado delantal y mis ásperas
manos? Yo soy la criada.
Siguió su camino ignorándolo.
A Pascual le gustó enseguida aquella joven, en especial las curvas
pronunciadas de su figura, con sus voluminosos pechos que parecían querer escapar
por el escote de su jubón, que ni el lazo de la
mantilla disimulaba.
─ No quise ofenderla.
Créame si le digo que me resulta muy hermosa y distinguida. Bien podría pasar
por ama que por criada. Satisfaría mi torpeza si me permitiese llevarle el
cesto a su domicilio, en el caso, claro está, que no haya molestia por parte de
su prometido si nos viera.
Teresa lo miró divertida. Aquel corpulento hombre bastante mayor que
ella, con las dos manos sosteniendo el sombrero, le resultó atractivo y,
atrevida e ingeniosa la manera de abordarla para entablar amistad. De ninguna
manera creyó que la considerase otra cosa que criada, lo había visto cerca del
lavadero, y seguirla disimulando a posteriori. Se preguntó de qué casa del
pueblo sería, no lo había visto nunca. Tampoco ella era de allí, detalle que la
indujo a conocerlo.
─ Es usted muy ingenioso y
amable, para su conocimiento le diré que no soy casada ni prometida. Puesto que
quiere llevarme el cesto, se lo cedo, a mi me pesa demasiado.
─ Gracias por la confianza.
He sido guardaespaldas de un importante caballero, la escoltaré hasta su casa
como si su vida dependiera de mi presencia.
─ Ja, ja, ja, ¡Que gracioso! Aquí nunca pasa
nada. Pero quizá usted, altere la costumbre.
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A bocanadas el aire les trajo el olor de las fraguas cercanas, el sonido
de los cencerros y el toque de oración de las campanas. Los ovejeros entran su
rebaño en las parideras, allí las mujeres ponen el cáñamo a secar. Todos paran
sus quehaceres para verlos mejor, y fijarse en el forastero que tapa su cara con el cesto y acompaña a Teresa.
Se despidieron antes de llegar a la plaza aragonesa.
Durante siete días se vieron a diario, Teresa procuraba hacer escapada nocturna
y él, se ocultaba dentro de
una cueva que nadie conocía, comiendo los frutos de la tierra, lavándose en el
río antes de los encuentros amorosos. Con el sombrero y las solapas de la
chaquetilla levantadas, nadie pudo distinguir con claridad sus facciones en las
pocas horas diurnas en las que cargaba
con el cesto de la ropa, si
bien sospecharon que podía ser
miembro de alguna de las cuadrillas que últimamente, asaltaban las parideras
para llevarse alguna oveja.
Los dos amantes tuvieron tiempo de saber el uno del otro lo que
necesitaban saber. Muchos secretos a medias confesados mientras yacían desnudos en el lecho de una agreste
carrasca, tendidos sobre una manta de tiras, abrigados por la mantilla de
Teresa, conociéndose a través del tacto de los dedos y sus húmedos labios. Los dos eran expertos en las
artes amatorias, sobre el tema, hablaron lo justo y ninguno pretendió saber
más. Eran libres y eso bastaba por el momento.
El futuro más próximo lo planearon bajo la atenta mirada de los redondos ojos de un mochuelo.
El futuro más próximo lo planearon bajo la atenta mirada de los redondos ojos de un mochuelo.
Mila Gomez.
Pero hay algo que no entiendo, en la primera parte la buena moza ya lo conocia.Cuando le dice:¡querido Pascual!Y en esta segunda parte parece que no lo conoce, cuando firtrea con ella "Acaso no se ha fijado en el desgastado delantal y mis ásperas manos? Yo soy la criada"??
ResponderEliminarHola Blanca, en la primera parte acaba con el delantal.. si te fijas, Pascual en esta recuerda cuando y como se conocieron, terminando con ese futuro que planean y ya en la tercera continúan en el presente.
EliminarEspero que sigas la saga jeje recuerda; Nada es lo que parece. Pongo en la historia una pista.
Un abrazote, y gracias por la lectura.
Ok, intentaré encontrar la pista..jaja. De verdad que tienes un vocabulario my rico, y eso es muy bueno para crear narraciones...me he fijado. Abrazossss
EliminarYa me irás contando, Blanca, jeje
EliminarMe alegra conocer tu opinión sobre el escrito. Gracias guapa.
Otro abrazo, y buen finde;)
Generalmente uno escribe su biografía o parte de ella, por supuesto le ponemos un poco de fantasía aun así. Camila eres una picara!!! 🤗
ResponderEliminarSuele ser así, toda escritura es parte en alguna forma de quien escribe, bien sea imaginación.
EliminarGracias por comentar.