Si quieres leer la anterior vida vida de Berto. Clica aquí
Siglo XX y principios del XXI en el pueblo de Lagunas.
Berto es un apuesto hombre, correcto y de tímida mirada, parco en
palabras y cauteloso de meter la pata, ¡quizás! una puya contada a alguien de
mucha confianza que le guardará el secreto.
Su solvencia económica y reputación de formal le confieren amistades del
pueblo, de estimable refugio para el trauma interno de su anterior vida, yacido en la
memoria celular y por el cual, sin saber motivo, siente indefensión ante la oportunidad
de superación que ahora tiene. Con estas condiciones externas, Berto tiene su
vida metida dentro de un marco protector.
Berto se casó enamorado y correspondido. Tuvo dos hijos varones tan
gallardos como él. Berto se propuso cuidar de esposa e hijos poniendo su vida
en ellos. ¿Qué sería de él si algún miembro de su adorada familia le dejara? ¡No lo soportaría!, por nada del mundo quería
hacer algo indebido que perjudicase su hogar familiar. Al fin conseguido, y
tenía miedo de perderlo, de hacer las cosas mal, de no estar a la altura de sus
seres queridos y amigos, de las circunstancias, de todo.
En Lagunas lo tenían en un pedestal, todo eran elogios y buen trato,
sus hijos salieron bien educados y con carisma, su bella mujer le mimaba, y
Berto, aquel niño hombre que en su anterior vida temía a ésta y a todo humano
que se acercase, ahora vivía un sueño de amor, sin embargo, dudaba de sí mismo,
y rezaba cada vez que tenía que tomar una decisión.
Un día a su esposa le diagnostican una enfermedad mortal, Berto
zozobra y en su rostro quedó registrada la impotencia y la culpa. ¿Qué podía
hacer que estuviera bien y salvara a su esposa?
Se desvivió por encontrar una solución que eliminase al mortífero
enemigo. Pasaron tres años, viendo consumirse a la esposa que tanto amaba,
preguntando, indagando, viajando a cualquier lugar que le diesen una esperanza.
No la encontró y su compañera de vida le abandonó un cualquier día.
Berto no consiguió superar su pérdida, y de nuevo, sintió que le había
fallado a toda la familia, no servía para nada y se equivocaba en todo lo que hacía.
Sus hijos no fueron suficiente consuelo y poco a poco se apagaba como una vela.
Con una carga enorme que debilitó su autoestima.
La vida le ha preparado una encerrona para probar su valía, pero no la
entiende, no está superando su propósito de vida y se debate ante la culpa. Es
una persona ejemplar en su hacer diario, la vida quiere mostrarle que tiene que
continuar, que ha de liberarse de sentimientos de pequeñez, madurar y
avanzar.
Todo le resulta inalcanzable y se castiga continuamente, el interés
por la vida desapareció. Meditó mucho al respecto durante los dos largos años
desde su mayor pérdida y desdicha; su esposa
murió por no saber él, actuar con inteligencia, y por eso, no merecía seguir
viviendo. Eso creía y eso fue, lo que animó a terminar con su papel en la vida.
Un mal día uno de sus hijos lo encontró sentado en el sillón favorito
de la madre, un charco de sangre cubría sus pies, y sus brazos, inertes por los
costados evidenciaron que se había cortado las venas.
De nuevo, Berto murió sintiéndose pequeño y desamado, de sus propias
manos, creyó liberarse de su castigo, no imaginó ni pensó por un momento que muchos asuntos
pendientes le quedaban por resolver. ¡No era su momento de partida!
He reconocido al Berto de la vida pasada, y él conoció a la nueva
María de cuya mirada quedaba prendado en ella. La obsequiaba en su timidez con
hermosas palabras y sonrisas. De una
forma inocente estaba cautivado por el recuerdo que de ella tenía, sin conocer de
dónde le venía la simpatía.
El mismo día de su muerte vino en espíritu al lecho en donde María y
yo dormíamos, se colocó al lado de ella e hizo que María reviviera con él su
anterior vida. María vivió esta experiencia en un surrealismo que Berto le
mostró como suyo. Luego se acercó a mi lado y mi espíritu se reunió con él.
Me exigió que le ayudara, se exaltó y zarandeó mi cuerpo de luz,
estaba poseído por la incertidumbre y la oscuridad de no saber donde se
encontraba, intentó amedrentarme. Le reproché su actitud y despedí hasta no
volver tranquilo y con buenos modales.
Todo ser que solicita ayuda ha de hacerlo desde la sencillez, da igual
en qué punto de su tiempo o realidad se encuentre.
Al cabo de dos noches volvió, calmado y controlando la velocidad de
sus nuevos pasos. En espíritu me dijo:
− ¿Como tú, desde ahí, sabes lo que tengo que hacer aquí, para
continuar por mi camino, y mi Alma comience a liberarse?
FIN
Hoja del diario de. "Un viajero en el tiempo"
Mila Gomez
Continuará con la reflexión acerca de la creencia de Berto sobre sus dos vidas. Para leerla Clica Aquí.
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