Pascual
y Teresa entraron en la casa según lo previsto, en silencio y sin testigos.
Lo llevó a su habitación, compartida con Carmela, compañera que debería estar en el salón con los demás, cuidando no faltara aperitivo a los invitados, por si necesitase entrar, cerraron con llave la puerta, en tal caso, llamaría y Pascual tendría tiempo de esconderse.
Repasaron una vez más los pormenores a seguir, quedaba veinte minutos para que empezase la función, para entonces estarían solos en las principales dependencias de la casa, pudiendo actuar a sus anchas al menos por dos horas. Si todo había salido bien, al terminar la función ellos se encontrarían sentados en los cómodos asientos del tren, dirección a la ciudad, a buscar al hijo de Teresa para llevárselo con ellos.
Lo llevó a su habitación, compartida con Carmela, compañera que debería estar en el salón con los demás, cuidando no faltara aperitivo a los invitados, por si necesitase entrar, cerraron con llave la puerta, en tal caso, llamaría y Pascual tendría tiempo de esconderse.
Repasaron una vez más los pormenores a seguir, quedaba veinte minutos para que empezase la función, para entonces estarían solos en las principales dependencias de la casa, pudiendo actuar a sus anchas al menos por dos horas. Si todo había salido bien, al terminar la función ellos se encontrarían sentados en los cómodos asientos del tren, dirección a la ciudad, a buscar al hijo de Teresa para llevárselo con ellos.
Él, con sonrisa burlona habló.
─ Esto sí que es un trabajo limpio y rentable.
Voy a desvalijar a un tipo rico, mal nacido y abusador de mujeres delante de
sus propias narices, con toda la parentela al lado y ni se enterará que fui yo.
─ Si, tú puedes estar tranquilo, nadie te
conoce por estos entornos, ni te vieron nunca conmigo, en cambio yo he de tener cuidado, he
arriesgado mucho y dejo madre aquí, a medias engañada. ─ Habló con resentimiento.
─La escribirás nada más estemos instalados con tu hijo, ya decidiremos qué será lo más conveniente para todos que sepa, sin ponerla en compromiso ni en peligro nuestras vidas.
─ La obra ha debido empezar ya. Vayamos a
hacer nuestro trabajo, si alguien nos viera recuerda que eres el nuevo
afilador, te voy a dejar las navajas de afeitar del señor, las tijeras del
costurero de la señora y los instrumentos
de la cocina, afilado todo junto saldrá más barato. Es muy creíble, nadie
dudará.
─ Si. ─ Contestó
Pascual con el ceño fruncido igual que una pasa. ─Voy a dejarles la casa tan pulida y pulcra que tardarán
en darse cuenta, ja,ja,ja,─ Le
salió sin querer una risa nerviosa.
─ Chisss, silencio, como te atreves a alterar
el ritmo de la voz. Alguien podría deambular aún por los pasillos.
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Rozando los poros de las baldosas del suelo, se encaminaron con precaución hasta las dependencias privadas del matrimonio Ávila. Abrieron con sigilo la puerta, estaba sin atrancar, para el caso de haberla encontrado cerrada, los dos rufianes iban provistos de artilugios.
A los
ojos de Pascual acostumbrado a desvalijar ricas masadas, la estancia que tenía
ante sí, aventajaba en grado suma a cualquiera vista o figurada.
A la derecha se encontraba el dormitorio principal, a la izquierda el despacho del señor. Hacía allí se dirigieron. Una vez dentro, Teresa propuso.
En
sendas paredes pende un gran espejo, enmarcado en bellos repujados de cobre
rojizo, a sus pies, la consola con su armazón intrincado y patas en conjunto a
las filigranas del espejo, con el mármol de arabesco.
Los candelabros de bronce macizo, las cajas de plata labradas, los marcos de las fotos de la familia, las cruces, y los
tapetes bordados sobre lienzo de lino suave, fueron a parar a la saca de los
dos maleantes. Y sustrajeron lo que de
valor había dentro de los cajones.
Subieron por unos peldaños que
terminaban en una sala de
estar, arte pictórico, y retratos al óleo del matrimonio decoraban las paredes.
Cuatro butacones de orejeras y un canapé de dos plazas en torno a una baja mesa
ovalada, llena de estatuillas y ornamentos, las de plata y oro, ¿cómo no? fueron a parar
también a las sacas.
─ Yo sé donde guarda los dineros don Tomás, tú ves a la habitación, coge
las joyas que ya sabes donde están, con todo lo que podamos vender y no tenga mucho peso, luego te
vienes y acabamos de recoger aquí.
Ya estoy enganchada a este relato, y no veo el final.. jaja.. Pero tampoco me gustaría que acabara, porque de verdad me entretiene un montón cuando lo leo. Me imagino a los personajes en la mansión urdiendo el plan! Feliz tarde
ResponderEliminarMe alegra saberlo, Blanca, y el final, ¡sorpresa! jaja no falta mucho y me alegro de que te entretenga y yo encantada de tenerte aquí, las dos leyendo la misma historia.
EliminarFeliz tarde!